Carta Griega III

 

     Temes que la empresa sea demasiado grande para ti, que quizá te hayas precipitado influido por las bondades de Epicuro.Cuando charlo con él me siento fuerte, con ganas de empezar. Pero, al recordar las absurdas teorías que estudiaba cuando era joven, dudo de su eficacia (a mí no me sirvieron para nada) y, sobretodo, del camino emprendido”. Puede que sus palabras hayan impulsado la nave y que, sin la ayuda de Diógenes Laercio y Rafael, no hubieses iniciado el viaje. Pero, para surcar el mar, además de viento favorable  y vigorosos marineros, hace falta un experto piloto.

     No, no te has equivocado. La filosofía es la búsqueda de la verdad para los que creen en ella, un entretenimiento para estómagos llenos, una excusa para sentirse superior o enmascarar lo que somos: animales que para sobrevivir necesitan autoengañarse. Pero nosotros no buscamos la verdad, ni ocupar nuestro ocio, ni necesitamos engañarnos, ¿qué entonces? Una guía para la vida: Sólo la filosofía es remedio de las debilidades y sufrimientos del alma, ya que por medio de ella, es posible conocer qué es lo bello y lo vergonzoso, qué es lo justo y qué lo injusto, qué cosa, en resumen, hay que buscar y de qué cosa hay que huir”, afirma Plutarco, Séneca: “La filosofía configura y modela el espíritu, ordena la vida, rige las acciones, muestra lo que se debe hacer y lo que se debe omitir sin ella nadie puede vivir sin temor, nadie con seguridad”, Cicerón: «¡Oh filosofía, guía de la vida, indagadora de la virtud y desterradora de los vicios! Un solo día bien vivido y acorde con tus preceptos es preferible a una inmortalidad sumida en el error. ¿A qué otra ayuda mejor que a la tuya podemos recurrir, tú que nos has regalado la tranquilidad de la vida y nos ha suprimido el terror de la muerte?», tu querido Epicuro: “Para que alcances la verdadera libertad conviene que te hagas esclavo de la filosofía”, incluso el medio cristiano Boecio: “Oh, tú, el mayor consuelo de los espíritus abatidos”. Pero dejemos su elogio para otro momento y comienza, como nuestro amado poeta, invocando a las Musas:

     “La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles,
maldita, que causó a los aqueos incontables dolores

     ¿Las Musas?, las Musas. ¿Acaso has olvidado nuestra divisa? Volver a Grecia, retornar a nuestras raíces. Y, ¿qué significa retornar a nuestras raíces sino volver a Homero? “En cuanto se juntaron y concurrieron en un mismo lugar, entrechocaron pieles de escudos, picas y furias de guerreros, de broncíneas corazas. Entonces se suscitó una enorme estruendo. Allí se confundían quejidos y vítores de triunfo de matadores y de moribundos, y la sangre fluía por el suelo”, canta el poeta. No, no te has equivocado, claro que trata de una guerra, la guerra entre teucros y aqueos, griegos y troyanos. ¿Muertos? Innumerables: ¡Aquiles! Mi ameno cauce está lleno de cadáveres, no puedo verter en el límpido mar por ningún sitio mi curso, obstruido de cuerpos, y tu continuas tu destructiva matanza. ¡Déjame de una vez! El horror me embarga, caudillo de huestes se lamenta el Escamandro. ¿Heridos? “Todos los que hasta hace poco eran los más bravos yacen entre las naves heridos por dardos o por picas. Herido de dardo está el Tidida Diomedes. Herido de pica está Ulises y Agamenón”….y odios, rencores, amenazas, enfrentamientos. En definitiva, vida, mucha vida porque, ¿qué es la vida sino pasión y sufrimiento? Pero Homero no era un periodista ni la Ilíada una crónica de guerra. ¿Qué entonces? Un canto a la vida. Eso es la Ilíada porque, como recuerda Eurípides, no existe hombre alguno que no sufra”.

     ¿Y la razón? ¡La razón! ¡Cómo podría olvidarla! Es justo lo que te propongo, seguir el vuelo de la paloma hasta tocar tierra. ¡Qué maravillosa aventura! ¿No te parece? ¿Por dónde empezaremos? Invocando a las Musas.

     Seguid, diosas, el vuelo de la paloma,
desde el agreste corazón de Delfos
hasta los refinados frontones del Partenón.

     ¿Después? Aguardaremos con Deucalión el parto de la Tierra, con Darwin del homínido, y observaremos a Ícaro en el laberinto con Homero y Hesiodo. ¿Luego? Aplaudiremos sus aleteos, las remontadas, las filigranas de la razón, su arquitectura, en definitiva las gracietas de la atrevida joven: Anaximandro, Heráclito, Parménides, Platón y Aristóteles, sus retrocesos: Protágoras, Demócrito y Epicuro, su elevado vuelo: Descartes, Spinoza, Kant y Hegel, y sus tropiezos: Marx, Nietzsche y Freud, finalmente, la caída al océano “padre de los dioses”, o el desengaño si lo prefieres. ¿A dónde hemos arribado? ¿A dónde? ¿Es que habíamos salido? Imagina un antro subterráneo nos pide el divino Platón. La imaginación no la razón es la esencia del ser humano.

     Con la cámara al hombro recorreré el camino desde Eleusis hasta los pies de la Acrópolis, entremezclando imágenes de la Vía Sacra con los romeros y simpecados por los pinares del Coto o los peregrinos por el Camino de Santiago, de fondo la voz de Pausanias: “Si se va de Atenas a Eleusis por el camino que los atenienses llaman Vía Sagrada. (¡Con semejante cicerone comprendo que no quieras salir de tu isla!). Después de atravesar los propileos (“Sobresalen por la belleza y grandiosidad de sus mármoles. A la derecha está el templo de Niké Aptera. A la izquierda hay un edificio que alberga pinturas), subiré lentamente hasta el Partenón enfocando el frontón (“Todo lo que hay representado tiene que ver con el nacimiento de Atenea), el dintel, las columnas, con los ojos del iniciado que aguarda con devoción, antes de acceder al interior del templo, apareciendo en lugar de la imagen de Fidias  (“Representa a Atenea erguida, con manto largo hasta los pies y la cabeza de Medusa labrada en marfil sobre el pecho, sostiene una Niké y en la mano una lanza), Platón y Aristóteles rodeados de filósofos, científicos, pintores y poetas envueltos en la deslumbrante luminosidad de la Escuela de Atenas. Deambularé por la sala dialogando con Sócrates, Antístenes, Diógenes, Zenón, Heráclito y Demócrito sobre sus vidas, las ciudades en que nacieron o enseñaron y las terapias que aplicaron. Quiero que los espectadores comprendan que la filosofía es una medicina natural, barata y eficaz para curar depresiones, estrésen definitiva para curar el alma o dar sentido a la vida. El último, obedeciendo a Laercio, será Epicuro. Poco a poco, la cámara retrocederá desvelando que nos encontramos en las Logias del Vaticano, finalizando con un plano de la plaza de San Pedro. Entramos por la Acrópolis y salimos por Roma. Un microcosmos dentro del macrocosmos cristiano. No podemos ignorar nuestras raíces cristianas”.

     ¿Raíces cristianas? ¿Qué raíces? ¡Ramas! ¡Ramas de la cultura griega! Mira a San Pablo y San Agustín, dos paganos conversos, ¡cuánta militancia en uno y confusión en el otro! Huye de las visiones extremas, de los que nos llaman hermanos, y camaradas, en vez de Antonio, María, Luis y Pedro, de los que comprimen la vida en dos mitades: blanconegro, luzoscuridad, derechaizquierda, justoinjustode los iluminados de todas las épocas. Son los depredadores más sanguinarios. Y, no me refiero a la religión que yace vencida (Cuando la vida humana yacía vergonzosamente en tierra a la vista de todos, oprimida por el peso de la religión, que desde las regiones del cielo asomaba su cabeza, amenazando desde lo alto a los mortales con su horrible aspecto, fue un griego el primer mortal que se atrevió a elevar contra ella sus ojos y el primero enfrentarse a ella”, canta Lucrecio), sino a la invicta mentalidad religiosa: buenomalo, izquierdaderecha, progresistareaccionario, revolucionariocontrarrevolucionario. Oscura actitud que hunde sus raíces en lo más profundo del animal humano. Es posible que la dicotomía cazadorpresa haya sido beneficiosa para la supervivencia de la especie humana, y que, sin ella, el homínido no se hubiera transformado en humano. Pero, también, que el maniqueísmo es la ideología más dañina y peligrosa para los individuos.

     Recomienda Aristóteles que sigamos el ejemplo de un hombre prudente, o que  parezca serlo, también tu querido Epicuro: “Hemos de escoger un hombre virtuoso y tenerlo siempre ante nuestra consideración para vivir como si él nos observara, y actuar en todo como si él nos viera”, y ningún converso lo es. ¿Nosotros conversos? ¡Nosotros somos griegos!

     Y quien dice Grecia dice filosofía, razón, reflexión, belleza, vida y, sobretodo, libertad, ¿o has olvidado las palabras de Heródoto? “Prendados como estamos de la libertad, nos defenderemos como podamos”. ¿De qué puede librarnos la filosofía? De los espejismo, de los falsos ídolos, de cualquier trascendencia. ¿Cómo saber si eres libre? ¿Saber? Hablo de sentimiento, no de sabiduría. Se trata de sentirse libre, no de saber si lo eres. ¿Reglas? ¿Caminos? No, no hay caminos ni reglas. Los caminos y reglas de los demás no sirven. ¿Los míos? Primero, observa, cómo reaccionas, cuando oyes a uno de esos deslumbrados esclavos predicar que hay vida fuera de la caverna, y describir el idílico paisaje descubierto. Y si, en vez de callar o asentir, te giras y vuelves a contemplar las sombras o, mejor aún, ríes a carcajadas como los dioses homéricos (Y una inextinguible risa se elevó entre los felices dioses), habrás dado un gran paso, ¡qué digo paso!, ¡zancada, una gran zancada! ¿La segunda? Cuando no preguntes qué te gustaría, sino que te guste lo que somos: perecederos, mortales, injustos, egoístas...habrás encontrado eso que llaman felicidad, bienestar. Yo prefiero llamarlo libertad.

     Contaba Pródico a los atenienses el diálogo que Hércules mantuvo con el vicio y la virtud. ¿Recrearlo? Por qué no, y escucharlo si quieres. ¿La voz del sofista? No, la de Andrea Scholl, pero no te lo recomiendo, ante una cantata de Juan Sebastián Bach, aunque sea profana, ¡qué puede un simple relato!

     “Se le aparecieron dos damas…una era de bella apariencia…la otra …llena de carne y morbidez…Cuando estuvieron próximas a Heracles…se acercó y le dijo: “Te veo Heracles, indeciso sobre qué camino seguir en la vida. Si me…sigues, yo te llevaré por el camino más dulce y fácil, no habrá placer de que no gustes y vivirás sin experimentar penalidades…Si alguna vez…te faltan los medios para conseguirlo…te servirás del trabajo de los demás, sin abstenerte de nada de lo que puedas obtener un logro” “¿Cuál es vuestro nombre, señora?”. Ella contestó: “Mis amigos me llaman Felicidad; quienes me odian…Maldad.” Entretanto, la otra mujer se le acercó y le dijo: “…Yo no te embaucaré…te haré ver la realidad de las cosas…los dioses no concedieron a los hombres nada bueno y malo sin fatigas…si quieres la estimación de los amigos, debes favorecer a los amigos…si quieres que la tierra produzca  frutos abundantes, debes cultivar la tierra...”

     La encrucijada está de nuevo ante nosotros. A un lado, el fanatismo con sus hijos: el miedo, la ignorancia, la verdad, la trascendencia, los diosesal otro, la libertad, sola, sin compañía, sabia porque se basta a sí misma. Hay que elegir, no hay otra opción. ¿Nuestra mejor defensa? Volver a nuestras raíces, volver a la razón, volver a la filosofía. ¿O pensabas que volver a nuestras raíces era sólo leer a Homero y Hesíodo? Volver a nuestras raíces es luchar por la libertad, o la felicidad, como quieras llamarla.

     “Se le aparecieron dos damas. Una era de bella apariencia, la otra, que ocultaba su torva mirada tras un velo negro, se acercó y le dijo: “Arrodíllate y repite una y otra vez hasta que sangren las rodillas y enmudezca tu bocaSi el todopoderoso quiere que sufra, sufriré; humillarme, me humillaré; mi vida se la daré». Graba sus mandamientos en tu corazón hasta que, en cuerpo y alma, obedezcas ciegamente su voluntad, sólo así alcanzarás la vida eterna, el Paraíso reservado a los elegidos por el Misericordioso”. “¿Su nombre, señora?”.Para los sumisos Esclava de Dios; para ateos e infieles, Fanática”. A continuación, la más hermosa cogiendo su mano susurró: “La Tierra, nuestra madre, nos ha creado diferentes: altos, bajos, inteligentes, torpes, creyentes, agnósticos, ateos, egoístas, injustos, honrados….y  libres para soñar, imaginar, decir, hablar, pensar lo que desees y hacer lo que la razón o tus instintos te aconsejenNadie tiene autoridad sobre la razón o tu concienciaLa vida es un regalo que el azar ha puesto en tus manos. El regalo más valioso si lo sabes apreciar. La vida es tiempo, tiempo para vivir, gozar, amar, querer, ver, desear, para hacer lo que te resulte placentero. La vida es un instante de eternidad. Una corriente sin por qué ni para qué. Sumérgete en ella. Vive y deja vivir. Entonces, ¿no hay respuestas? Lo sabrás cuando no sientas necesidad de hacerte preguntas”.

     ¿De quién es esta vez el consejo? De Jenófanes:

     “En cuanto a la verdad, ningún hombre la ha conocido ni la conocerá nunca y, aun si por azar la dijera él mismo, no lo sabría, pues todo es una maraña de presunciones.

     ¿Presunciones? Si, sospechas, conjeturas. No hay verdad sólo opinioneshumanas sólo humanas. Si todas son iguales, ¿por cual nos guiaremos? ¿Es que sólo viajas cuando sabes el camino? No te preocupes por los guías, sobran consejeros: el sentido común, la experiencia propia y ajena, un buen argumentoNo hay mejor guía que la libertad.

     ¿Quieres oír el tiempo? ¿Visualizarlo tal vez? Sigue las indicaciones.  No dejarás de ser libre por seguir los consejos de otro. ¿Recuerdas la Anunciación de Fray Angélico? Suprime mentalmente la Virgen, el Arcángel, las columnas, los árboles y las flores. ¿Qué queda? El fondo. ¡Perfecto! Traza a continuación una raya que cruce el lienzo. ¿Entero? No, dos tercios aproximadamente. ¿Distancia? A un tercio del marco más o menos. El resultado ha de ser el siguiente: hacia el este, el horizonte (la raya oscura) perfila con nitidez el mar y el cielo; hacia el oeste se diluye haciendo imposible distinguir las nubes y las olas. ¿Qué estás visualizando a Turner? Piensa en Boticelli, Tiziano, en alguno de tus viajes por el Mediterráneo, o el paisaje que contemplas a diario desde tu casa. ¿Ves ahora un ancho paño de intenso color turquesa? Pues el mar era del mismo color que el cielo.

 

     Cuídate

 

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