Cuenta el Evangelio que la vida de Pablo de Tarso cambió el día que cayó del caballo camino de Damasco. No fue el único. Jean Jacques Rousseau y Fiedrich Nietzsche camino de la cárcel de Vincennes y en Sils María, bajo la roca de Surlei, sufrieron una metamorfosis parecida.
También mi vida cambió una tarde al volver del trabajo. Un reportero entrevistaba a un anciano. Al preguntarle si sus creencias religiosas hacían más llevadera la pérdida de un ser querido contestó: “Nunca más volveré a verla…nunca más, nunca más”. Nunca más volverá a verla. Nunca más. Ni él ni yo ni nadie. No resucitaremos ni transmigraremos ni retornaremos. Desaparecemos para siempre. Nunca más abrazaremos a los amigos ni a los seres queridos. Nunca más veremos la luz del sol ni las olas del mar ni las estrellas por las noches. Nunca más. Irremediablemente. Sin esperanzas. No vivimos, morimos. La vida es sólo rescoldo, momento fugaz de una oscuridad eterna e infinita. Estas vivencias abrieron a mis pies un inmenso vacío. Miré al anciano. En su rostro no había dolor ni en su voz reproche. Sólo indiferencia, serenidad y sabiduría. Tuve entonces una experiencia reveladora: la existencia no admite adjetivos. Ni valores morales. El hombre es la medida de sí mismo. Y nada más. Sólo reconociendo el error disfrutaremos de la existencia sin adornos ni engaños. Sin resentimientos.
Había leído, en el periódico, que se vendía un viejo faro. Dejé el trabajo, amigos y pertenencias. Y me retiré a este luminoso lugar de la costa atlántica donde los fenicios arribaron siguiendo el oráculo de Melkart. He permanecido diez años entre gaviotas, con el mar y el viento como únicas compañías. Siento que ha llegado el momento de deshacer el camino. De volver al mundo de los humanos. No con las manos vacías sino colmadas de los mejores frutos cosechados por un solitario. Recorreré calles, plazas y ciudades mostrando la «Biografía espiritual de un humano de finales del siglo veinte» para que no olviden que, como Aquiles, siempre estamos y estaremos en el mismo punto.
A nivel del mar a comienzos del nuevo milenio
El Farero