“No somos libres de elegir el momento en que hemos de morir”. Es todo lo que ha dicho. Ni una brizna de duda o comprensión. Sólo arrepentimiento, constricción. ¿Cómo iba a comprender que sólo con la muerte puede perdurar un instante vivido intensamente? Ni siquiera lo intenté. No lo hubiese entendido.
En algo sí tenía razón. No podía seguir vegetando a oscuras en el dormitorio. Había llegado el momento de enderezar el rumbo de mi vida.
Sé que la experiencia ajena no sirve. E inevitablemente debemos empezar de cero. Pero al verte sentado frente a un papel con toda la vida por delante. Pensé que estas vivencias podrían ayudarte.
Permíteme un consejo: vive y no hagas daños a los demás. Es todo lo que Dios desea. Y no escuches a los que proclaman que vivir es pecado. Malinterpretan el mensaje divino.