«Intento de suicidio»

 

      Esa rutinaria felicidad se desmoronó hace unos días en la playa. ¿Quién iba a pensar que la última mujer con la que hice el amor sería, dieciséis años después, la primera? Dejé claro que entre nosotros no había nada. E ignoré sus insinuaciones. Pero una mañana, al ver que el barco no estaba, me dirigí hacia las rocas. Aún resuenan en mi cabeza sus gritos pidiendo auxilio. Arrastré su cuerpo hasta la orilla e intenté reanimarla. Al tocar sus labios sentí que mi cuerpo se transformaba. Quise levantarme, pero me retuvo. Nos abrazamos, besándonos con vehemencia. Parecía que la fuerza del mar había penetrado en nuestros cuerpos.

     Eufórico até la correa del pantalón a un arbusto. Morir era el único modo de perpetuar ese instante. A pesar del tiempo transcurrido sigo enamorado de Magdalena. Me consuelo pensado que, aunque nuestra relación no cuajó, al menos está viva. Sé que no recuerda nada de lo sucedido. Y que, en el juicio, ni siquiera fue capaz reconocer a Ingrid. Me pregunto si algún día recobrará la memoria. Pero, aunque así fuera, ¿qué le diría? Soy Jesús acabo de abandonar el seminario y quiero que seas mi esposa. Pensaría que voy tras su fama o su dinero. Y me rechazaría.

     Es hora de volver al mundo. He entregado a Dios dieciséis años de mi vida. Puede estar contento. He cumplido con creces mi promesa.