Te envío los “Versos Paganos” de Heleno que he ido traduciendo a lo largo de estos años. Influido por el momento que le tocó vivir tomó como modelo la poesía de Catulo y Marcial, no tanto formalmente como por el sano hedonismo que exhalan sus versos, en un desesperado intento por contrarrestar la idea de pecado, que atenazaba el placer de vivir tan propio de la mentalidad grecorromana. Aunque el resultado es mediocre no está exento de cierta frescura. Quizás te estés preguntando por qué he dedicado mi tiempo a un poeta de tercera categoría. Sencillamente porque me gusta, también ha influido su objetivo: restaurar la cultura grecorromana en un momento en que los galileos, como llama a los cristianos nuestro amigo Juliano, estaban a punto de ganar la batalla. “Nunca esperaron (Jesús y Pablo) que vosotros llegarais jamás a tal grado de poder; pues se contentaban con engañar a las criadas y a los esclavos”.
Su intento no fue en vano porque el cristianismo, como Roma, sería vencido por los griegos como reconoce nuestro amigo Horacio: “Graecia capta ferum victorem”. Y su arte, su literatura, su filosofía, sus raíces seguirían creciendo. Me habrás oído decir muchas veces, que lo que nos ha salvado de las garras de la religión, ha sido justamente el hecho de que naciera en el fértil suelo de la cultura grecorromana. Sin su savia el logos nunca se habría impuesto, y hoy no existirían espíritus libres ni lo seríamos nosotros. Juliano y Heleno son un ejemplo de lo que acontecería con el paso del tiempo. A pesar de la represión religiosa y del intento de borrar sus huellas, la fértil cultura grecorromana acabaría resurgiendo. De alguna manera ellos representan a todo el género humano que se ha beneficiado de la única libertad posible, la del espíritu. Grecia nos ha hecho libre, y esa libertad que nutre sus raíces, acabará venciendo cualquier oscurantismo.
Me agradan los individuos que nadan contracorriente. Quizás por eso me guste Heleno. De su vida se sabe poco. Nació en una aldea del norte de África de padres cristianos. El desprecio, que mostraban hacia la cultura, marcaría para siempre a un joven sensible, que observaba impotente como la belleza era condenada como obra del diablo. Así lo expresaba su amigo Juliano: “Además, sois tan desgraciados e insensatos que consideráis divinos aquellos tratados por los que nadie podría hacerse más sensato ni más valiente ni mejor que sí mismo; en cambio, aquellos por los que es posible adquirir la valentía, la inteligencia y la justicia, esos los devolvéis a Satanás y a los que adoran a Satanás”. Huye a Atenas, donde conocerá al futuro emperador que, en esa época, se dedicaba al estudio de la filosofía. En su círculo irá creciendo su amor por la cultura griega. Y, seguramente, paseando por los pórticos de Atenas maduraría la idea de recuperar el paganismo que inexorablemente iba desapareciendo. Plasmaría ese deseo en sus “Versos Paganos” que algunos eruditos consideraron, durante años, como obra del propio Juliano. Otros han llegado a afirmar que ambos eran la misma persona. Yo no lo creo, aunque sí que tanto sus versos como la política, que después llevaría a cabo nuestro amigo Juliano, perseguían recuperar el espíritu de Grecia. Ojalá disfrutes tanto como yo mientras los iba traduciendo. Reconozco que me sabían a poco, y acababa releyendo algún epigrama de nuestro amigo Marcial o algún poema de nuestro amigo Catulo.