Escena XVIII

  

(Se apaga la luz. El piso de Salvador. Una habitación de estudiantes.)

 

Chelo:  Y si discutiéramos de política o filosofía (mira a Salvador). Estoy cansada de piezas de lino, fanegas de trigo y de calcular el trabajo socialmente necesario.

Salvador:  La economía es tan endiablada como las matemáticas. Pero, hay que estudiarla, si quieres comprender la teoría marxista. He estado leyendo algunos libros de Marx, y de pensadores marxistas. Y no sé si es, porque mi conocimiento es muy superficial, pero ni Marx ni los marxistas son consecuentes con su propio pensamiento.

Chelo:  Estás insinuando que Marx se contradice.

Salvador:  Es la impresión que da, cuando comparas la teoría con lo que hacen y dicen los marxistas. Incluso Marx cae en el mismo error. Afirman que su concepción es dialéctica pero, al mismo tiempo, toman el materialismo histórico como una verdad absoluta que todo lo explica. Por tanto como antidialéctico, es decir, metafísico. Con el comunismo ocurre lo mismo, si la realidad está en continuo devenir, no puede haber ninguna etapa última, todas serían meros tránsitos. ¿Es que una vez instaurado el comunismo desaparecerá la historia? En definitiva, que, si la teoría de Marx es correcta, predice su propia desaparición o validez.

Chelo: Parece lógico, pero no sé.

Alberto: ¿LógicoSi después de pasarnos horas y horas hablando de mercancías, plusvalía, lucha de clases resulta que no es verdad, ¿qué hacemos aquí?

Chelo: Mejor volvemos a la economía o, mejor aún, a la lucha política. Es menos conflictiva, y más práctica.

Rafael: Tu enfoque Chelo es correcto. Si hacemos un análisis concreto veremos que, en este momento, lo importante es luchar contra la dictadura, y Marx, al explicarnos que el proletariado es el único capaz de vencer al capitalismo, nos está mostrando el camino a seguir para acabar con el sistema capitalista. Todo lo demás son problemas de intelectuales, propio de estudiantes pequeño burgueses, que no sufren la explotación como los obreros. Me recuerda a los caritativos cristianos, cuando discuten si, a los países explotados por el imperialismo, hay que darles peces, o enseñarles a pescar,  sin darse cuenta de que se trata de comer y, para ello, tienen que liberarse de los que se lo impiden, es decir, de los capitalistas.

Fernando: Aquí no estás en el partido, no tienes que justificar nada, ni tratar de quedar bien. En la plataforma antifascista luchamos contra la dictadura. Por eso estamos juntos leninistas, troskistas y maoístas. Esos problemas, que calificas de intelectuales, nos interesan porque, como bien has dicho, no somos obreros sino estudiantes pequeñoburgueses. Y, no hace mucho, fervientes cristianos, algunos incluso falangistas o alférez provisional. ¿Qué ha ocurrido? Sencillamente que el dogmatismo religioso te asfixiaba. Que un día te das cuenta, que ni siquiera los curas viven como predican, ningún cristiano actúa como Jesús, nadie pone la otra mejilla, o da su dinero a los pobres, y son tan cabrones como los demás. Por eso me hice marxista porque la teoría es inseparable de la práctica. Nunca me he arrepentido. Fue decepcionante, sin embargo, descubrir el mismo dogmatismo, las mismas incoherencias. Estamos convirtiendo el marxismo en una religión con sus libros sagrados, su clero defensor de la ortodoxia, sus creyentes. Si utilizáramos el marxismo, como una herramienta para comprender y cambiar la sociedad, en vez de como una letanía que recitamos de memoria, habría menos discrepancias. Y seríamos más libres.

Salvador: A eso me refería. Creo que la contradicción entre la teoría y la práctica  es consubstancial a la conducta humana, por tanto inevitable. Lo que me molesta es que lo nieguen, que sean tan hipócritas como los cristianos burgueses, a los que dicen criticar. Si convertimos el marxismo en una religión, es que lo identificamos con la verdad y, por tanto, excluimos otras posibilidades.

Rafael: La forma de pensar depende del lugar que cada uno ocupa en la producción. La burguesía y el proletariado no analizan los problemas de idéntica manera. La burguesía, para defender sus intereses, se ve obligada a deformar la realidad y, para ello, se vale de la religión, la filosofía, incluso de la moda y la música. El proletariado y el campesinado, sin embargo, al no tener  intereses ni privilegios que salvaguardar, no necesitan falsear la realidad sino cambiarla. Por eso la concepción marxista de la realidad es  verdadera.

Salvador: Yo diría más acorde con sus intereses, no verdadera. Porque ¿de qué Marx hablamos? En el bar de la facultad, he podido contar por lo menos cuatro versiones: carrillos, troskos, chinos, leninistas. ¿Hay una versión verdadera y las demás falsas? ¿También hay herejes? Además, la palabra verdad tiene un regusto a revelación divina que a mí, al menos, me produce arcadas mentales.

Fernando: Para los estalinistas sin lugar a duda. Toda opinión, que se aleje unos milímetros de la oficial del Partido, es tachada de fascistas, burguesa, revisionista y contrarrevolucionaria. En la práctica, los partidos leninistas y maoístas actúan, como la jerarquía eclesiástica, con sus cardenales, obispos, papas, sin excluir santos y vírgenes. Es difícil borrar veinte siglos de cristianismo.

Salvador: Eso afirma Nietzsche, y otros pensadores. Es evidente que, entre el cristianismo y el marxismo, existen muchas coincidencias. Y,quizás, se trate de una necesidad psicológica: la necesidad de creer que existe la verdad, y que, una vez alcanzada, seremos como dioses. Es algo así como una varita mágica, que tiene respuesta para todo, lo cual, a la larga, puede hacer mucho daño, sobretodo, a la gente ignorante o ambiciosa.

Rafael:  El único modo de no enzarzarnos, en una discusión sin fin, es distinguiendo entre lo principal y lo secundario. Insisto que, en estos momentos, la división entre los antifascistas sólo beneficia al franquismo, por tanto, este tipo de discusión metafísica es contraproducente. Desvía del objetivo principal, que no es otro, que derrocar a la dictadura.

Fernando:  Nadie duda de que, lo más importante es, acabar con la dictadura, pero, no, para caer en otra. La lucha, contra el franquismo, no es separable de la lucha por la libertad, como no lo era, en el treinta y seis, la victoria de la revolución. Acaso, ¿crees que es posible una sociedad justa sin libertad?

Rafael: El eterno dilema: libertad o justicia. Pero no hay tal dilema, en la revolución, esos contrarios se unirán en una síntesis superadora. El pueblo lucha por la libertad y la justicia, no por la libertad o la justicia. Es un falso dilema que sólo beneficia a la burguesía. Es el típico problema burgués que, ya planteó Fernández de los Ríos a Lenin, después del triunfo de la revolución rusa.

Chelo:  Libertad, ¿para qué? No fue ésa la respuesta de Lenin.