Safo, al acariciar la palmera
que juntos plantamos una noche,
caí preso del travieso niño,
pues impulsado por la brisa,
que amor desató en ese momento,
me sorprendió la cálida aurora
aún bajo sus finas hojas.
Safo, al acariciar la palmera
que juntos plantamos una noche,
caí preso del travieso niño,
pues impulsado por la brisa,
que amor desató en ese momento,
me sorprendió la cálida aurora
aún bajo sus finas hojas.