Nausica, me siento como un náufrago
en un desierto desconocido e infinito.
Ayer, cuando la nave fenicia,
atravesando las columnas de Hércules,
se adentraba en el inconmensurable océano,
y los marineros, avistando un fuego,
en lo alto de un grisáceo peñasco,
dieron vítores por la feliz travesía,
comprendí que el mundo quedaba atrás,
y penetraba, pasajero de Caronte,
por las luminosas puertas del Hades.
Pero pronto recobré el ánimo
viendo los delfines alrededor del casco
y el rosado atardecer en el horizonte.