No sé si el azar todopoderoso
o el nuboso Zeus,
como la mano temblorosa
que desgrana los guisantes
en un viejo cuenco de madera,
elige los días aciagos.
Pues los broncíneos retratos
de los victoriosos atletas,
que manos griegas pulieron
en la patria de los dioses,
han naufragado víctimas
del celo del dios húmedo
o de cualquier otro dios
celoso de la belleza.