Epístola XVI

     

     “Es necesario liberarse a uno mismo de las cadenas de las ocupaciones cotidianas y de los asuntos políticos”. Al menos eso aconsejaba nuestro amigo Epicuro hace más de dos mil años. Los seres humanos, por lo que cuentas en tu carta, siguen creyendo que la política hará feliz a la humanidad. El niño guerrillero que abandonaron a la puerta del hospital murió. Durante el almuerzo hemos discutido el caso. Estuvimos de acuerdo en que si lo hubiesen ingresado antes habría salvado la vida. Sin embargo, los que se autoproclaman progresistas o de izquierdas opinaban que el auténtico problema no era el tiempo que había estado sin ser atendido, sino que un niño, en edad escolar, se vea obligado a empuñar un arma en vez de estar en la escuela o jugando con sus amigos. El culpable no era el tiempo o las heridas sino la injusticia social. De acuerdo, dije, sabemos cómo y por qué murió, falta saber para qué han sacrificado su vida. Por una sociedad más justa sin explotados ni oprimidos, afirmaron. ¿Estáis diciendo que se puede luchar por la justicia y, al mismo tiempo, tratar a las personas injustamente? Entonces, ¿con qué derecho sacrifican la vida de un niño?, ¿en el ara de la justicia habéis dicho? Creí que Dios había muerto. Ninguno respondió, pero todos me censuraron con la mirada”.

     En otras circunstancias, te hubiesen enviado al paredón o a la cárcel. ¿Crees que exagero? Escucha a nuestro amigo Tucídides: “En tiempos de paz y prosperidad tanto las ciudades como los particulares tienen una mejor disposición de ánimo porque no se ven abocados a situaciones de imperiosa necesidad; pero la guerra, que arrebata el bienestar de la vida cotidiana, es una maestra severa y modela las inclinaciones de la mayoría de acuerdo con las circunstancias imperantes”.

     La fe no admite discusión, y, menos aún, si se trata de una fe racional. ¿Cuál es su primer mandamiento? “Todo lo real es racional y todo lo racional es real”, según nuestro amigo Hegel. Afirmar que la realidad es racional porque lo dice la razón es un juego peligroso. No se despiertan los monstruos sólo cuando la razón duerme sino también, y con más furia, cuando se embriaga. Las teorías que niegan la realidad en vez de explicarla son fantasías, no invenciones de la mente humana. Ninguna explicación puede ignorar la experiencia “el único bien que parece derivarse de la vejez”, según nuestro amigo Juliano- acumulada por la humanidad durante milenios.

     Los cofrades de la razón pretenden  lo contrario: aprisionar la realidad en sus diques mentales como les recrimina nuestro amigo Ortega: “En lugar de situarse ante el mundo y recibirlo en la mente según es, con sus luces y sus sombras, sus sierras y sus valles, el espíritu le impone un cierto modo de ser, le imperializa y violenta, proyectando sobre él su subjetiva estructura racional”. Y, aunque la corriente acaba derribándolos, no dudan en provocar sufrimientos innecesario porque esperan “que el mundo rectifique y, ya que no hoy, se comporte mañana según la razón”.

    ¿Hay que aceptar estoicamente la injusticia social? No, pero tampoco mentir o engañarse. En su ignorante orgullo limitan el discurso a los hombres “de carne y hueso”como dice nuestro amigo Marx. Pero si, a ese análisis, añadieran lo aportado por testigos de otras épocas, comprenderían que los seres humanos están compuestos de un núcleo intemporal y una capa móvil, como proclama nuestro amigo Tucídides en su “Historia de la guerra del Peloponeso”, “si cuantos quieren tener un conocimiento exacto de los hechos del pasado y de los que en el futuro serán iguales o semejantes, de acuerdo con las leyes de la naturaleza humana, si éstos la consideran útil, será suficiente”Y, si quitaran la envoltura, observarían su naturaleza como la describe nuestro amigo Maquiavelo: “El que quiera prever el futuro debe mirar el pasado, ya que todas las cosas de este mundo siempre han sido semejantes a las pasadas. Esto obedece a que sus autores son los hombres, los cuales siempre han tenido y tendrán las mismas pasiones, de modo que el resultado también tendrá que ser siempre el mismo”. O nuestro amigo el emperador Marco Aurelio quince siglos antes: “Ten presente…que todo, desde siempre, se presenta de forma igual y describe los mismos círculos”.

     Ojalá esos apóstoles de la razón contestaran sin prejuicios: ¿cuántas revoluciones han durado más de unos días o unos meses? Escucha de nuevo a nuestro amigo Tucídides: “Muchas calamidades se abatieron sobre las ciudades con motivo de las luchas civiles, calamidades que ocurren y que siempre ocurrirán mientras la naturaleza humana sea la misma”. Y continúa: “La causa de todos estos males era el deseo de poder inspirado por la codicia y la ambición”.

     ¿Cuántos revoluciones han sido hechas para calmar la ambición de un grupo o de una persona? Aunque soy de los que piensan que el egoísmo es loable, también creo que engañar a los demás haciéndoles creer que luchan por grandes ideales cuando, en realidad, es por su propia felicidad, es un comportamiento despreciable. ¿Por qué? Porque es un hipócrita.

     Si alguien gritara desde la tarima: Queremos cambiar la sociedad no porque aliene y explote a los hombres sino para dar sentido a nuestras vidas. Seguramente fracasemos y, aun consiguiéndolo, con el tiempo surgirán los mismos vicios. No importa, seguiremos intentándolo una y otra vez. Y muchos otros lo harán en el futuro. Aplaudiría  como nuestro amigo Montaigne: “Dígase lo que se quiera, es obvio que, incluso en la virtud, el fin postrero de nuestras miras es la voluptuosidadPero desenmascaré al estafador que se autoproclame pastor y, a los demás, rebaño.

     Si admitieran, como nuestro amigo, que “las razones primordiales y universales son de trabajosa búsqueda”, comprenderían que ufanarse de haberlas encontrado es necedad o locura. Y si, por azar, se hicieran realidad sus alucinaciones que no olviden las palabras de nuestro amigo Kant: “Quizás mediante una revolución sea posible derrocar el despotismo personal junto a la opresión ambiciosa y dominante, pero nunca se consigue la verdadera reforma del modo de pensar, sino que tanto los nuevos como los viejos prejuicios servirán de riendas para la mayor parte de la masa carente de pensamiento”.

     Me gustaría que sonrieras. Hablo en serio. Lee este poema de nuestro amigo Marcial,  ya me contarás si consiguió que rieras.

     Cada vez que Marula sopesa con sus dedos
un pene empalmado y se toma su tiempo en medirlo
dice sus libras, onzas y gramos.
Cuando ese mismo, después del trabajo y del deporte,
cuelga igual que una correa floja,
dice Marula cuánto pesa menos.
Por tanto, esto no es una mano sino una balanza.

    Se ufanan los pintores, escultores, poetas y cantantes de su originalidad, de su revolucionaria concepción del arte o de su capacidad de escandalizar al público con sus obras. En realidad es la ignorancia lo que provoca el escándalo porque el sexo, las infidelidades y los cuernos han despertado siempre idéntico entusiasmo. Por cierto, nuestro amigo Marcial nació en el siglo I después de Cristo y dedicó sus poemas al emperador Domiciano.

     Cuídate

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *