Carta Romana XIX

     

     Comenta Montaigne, en uno de sus ensayos, que había conseguido asumir que la vida vale por sí misma. A idéntica conclusión habían llegado dos mil años antes Homero (La vida es dulce como la miel), Aristóteles (La vida es de por sí buena y agradable) y Epicuro (La recta convicción de que la muerte no es nada para nosotros nos hace agradable la mortalidad de la vida). ¿O creías que la sabiduría de griegos y romanos consistía en otra cosa?

     No es lo mismo, sin embargo, una argumentación que una declaración de principio, es decir, asumir un hecho que constatarlo. Lo primero exige reflexión, esfuerzo; lo segundo vivir, experimentarlo. Para Homero, y demás griegos y romanos, no hay nada que equivalga a la vida. En la Ilíada, el iracundo Aquiles responde a Agamenón:

     “Se puede ganar con pillaje bueyes y cebado ganado,
se pueden adquirir trípodes y bayas cabezas de caballos,
pero la vida humana ni está sujeta a pillaje para que vuelva
ni se puede recuperar cuando traspasa el cerco de los dientes.

     Y en la Nekya replica al astuto Odiseo:

     No me elogies la muerte, ilustre Odiseo.
Preferiría ser un bracero y ser siervo de otro hombre,
a su vez pobre y de muy pocos bienes,
antes que reinar sobre los muertos.

     No creas, sin embargo, que todos los filósofos, sabios y poetas amaban tan apasionadamente la vida. Platón, por ejemplo, después de entronizar el Bien, la Belleza y la Verdad, advierte que prohibirá, en su República, tales versos porque no conviene que los escuchen niños y hombres que tienen que ser libres y temer más a la esclavitud que a la muerte. Tampoco al creyente Montaigne le resultó fácil anteponer, el bien pensar de griegos y romanos, a su fe cristiana. Me pregunto cuantos ensayos le costó comprender que las resueltas, vivas y profundas maneras de expresarse de griegos y romanos no eran bien decir sino bien pensar, porque no creo que encontrara en católicos y protestantes parecida inocencia, vitalidad y frescura.

    Cristiano o pagano, hombre o mujer, derecha o izquierda, ¡qué más da! Valorar este mundo en lo que vale no depende de las creencias, el sexo y la ideología sino de la inteligencia, y la inteligencia no entiende de etiquetas. Y no hablo de sabiduría sino de prudencia, y no sólo de prudencia sino de sentimientos. Quizá debería ser catasterizado junto a Libra, incluir el Que sais-je?” entre las máximas de los siete sabios, o añadirle a la lista si no sobra ninguno. Porque sólo un alma libre e independiente podía apreciar este mundo en lo que vale, lo llamen valle de lágrimas, modo de producción o caverna.

      Y, como prueba de afecto, confiesa: Hallo la vida valiosa y cómoda, incluso en su último extremo, en que ahora estoy. ¿Acaso no pensaban lo mismo Céfalo, Cicerón y Mecenas? La vejez me resulta ligera, no sólo nada molesta, sino incluso agradable, confiesa el viejo Catón a Escipión y Lelio; también a Séneca, aunque cuando declina, no cuando se derrumba porque es importante saber si es la vida o la muerte lo que uno prolonga. Y si crees que se aferra a este mundo y a esta vida porque teme morir, te equivocas. Nadie que tiene como fin de su vida las comodidades esenciales de ella”, y se somete a perderla sin quejas, puesto que de por sí es cosa perdedora, pero no porque la crea molesta e importuna”, teme la vejez, la muerte y demás vicisitudes de la vida. Y, menos aún, sabiendo por estoicos, epicúreos y demás escuelas, que la vida es agradable para quienes observan las leyes, amarga y complicada para quienes se confiaron a la opinión más que a la naturaleza”, y, por experiencia, que es feliz quien se modela conforme a los dictados de la naturaleza y vive tal como ella prescribe.

    Pero si eres de los que reprueban el orden del mundo y prefieren corregir a los dioses antes que a sí mismos, la muerte no será el fin ni el hombre la meta sino un tránsito. Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, aunque haya muerto, revivirá. Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. En la fase superior de la sociedad comunista, crecerán las fuerzas productivas y correrán a chorro los manantiales de la riqueza colectiva. En la sociedad comunista, los hombres se convertirán en dueños de la naturaleza, en dueños de sí mismos, en hombres libres. El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el Superhombre: una cuerda sobre un abismo, profetizan Jesús, Pablo, Marx, Engels y Nietzsche. La misma idea, diferentes palabras, ¡curiosa simbiosis! Pero si el deseo de perdurar es inherente a la naturaleza humana, ¿qué diferencia hay entre griegos y cristianos? La conciencia, ¿cuál si no? Aunque no fuera así, querría, no obstante, persuadirme de ello”, o sea que lo que ellos sabían, nosotros aparentamos no saberlo. Dicho filosóficamente: lo que comenzó siendo un juego, un espacio para la imaginación, una esperanza se convirtió en rígida y esclerotizada forma de vida.

      “¿Cómo es?”, circular y azarosa: comes, bebes, te reproduces y finalmente mueres. No creas, sin embargo, que todos los días son iguales, como asegura Heráclito, porque, aunque siempre verás las mismas cosas, los sentimientos durante el día, a lo largo de la vida, y de un día para otro, son distintos. La razón puede argumentar que no merece la pena, que nada tiene sentido, pero, si escuchas al corazón, vivir es agradable, porque no es la vida sino la manera de vivir la que provoca el hastío, la sinrazón y el tedio. O eso asegura Epicuro: Es ridículo que te apresures a la muerte por hastío a la vida, siendo así que ha sido tu clase de vida la que ha determinado tu carrera hacia la muerte. ¿Y la tuya? “¿La mía?”. Sí tu vida, ¿cómo es tu vida? Si no sabes qué responder, te sientes desorientado o la percibes como algo extraño, pregunta a tu manera de ser. Ella te dirá cómo debes vivir si no tienes en cuenta la opinión de los demás y te guías por ti mismo, porque no hay señal más segura de tu modo de ser que el placer o el dolor que acompaña a las acciones.

    Echo de menos, sin embargo, que no confeccionara un mapa ni describiera la orografía, la fauna y la flora de Paganía, tierra de griegos y romanos, en fin que no sacara las consecuencias de su descubrimiento. Pero podemos hacerlo nosotros, ¿no te parece? ¿Para qué? Por la propia actividad, por el placer de hacerlo. Quizá hacer la cosas porque sí, sin finalidades, sin excesivo empeño, arrastrado por el suave movimiento del universo, sea el primer hallazgo de la geografía de la vida. El segundo, la imaginación, el tercero, escudriñar el alma humana, sin olvidar la magia de los números. Tres son los tipos humanos: El más valioso es el que puede por sí mismo prever lo conveniente; en segundo lugar, el que advierte lo provechoso a partir de lo sucedido a los demás; y el peor, aquél que sólo después de sufrir los males percibe lo mejor. Tres son las personalidades: La naturaleza nos ha dotado de una doble persona: una es común a todos los hombres, pues todos somos partícipes de la razón, la otra, en cambio, se atribuye como parte característica a cada uno, hay que añadir una tercera, que nos impone las circunstancias. Tres son los géneros de vida: La vida de los hombres se parece a un festival, algunos ejercitan sus cuerpos para aspirar a la gloria, otros son atraídos por el provecho y otros para observar, así también nosotros venimos a la vida, unos buscando la gloria, otros las riquezas y pocos para examinar la naturaleza de las cosas.

     Aunque, para ser sincero, la vida no es nada, la vida simplemente “es”, sin más, somos nosotros, paganos o cristianos, los que la juzgamos absurda o valiosa según la edad, el momento, las circunstancias, hable la razón o los sentimientos. No conviene, sin embargo, confundir lo que experimentamos, sentimos y observamos con lo que suponemos, imaginamos y añadimos. A la vida pertenece la variedad, la diversidad, el cambio, la fugacidad, las sutilezas, el derroche, la enfermedad, el sufrimiento, la vejez, la muerte, el azar y la incertidumbre, en definitiva, los hechos, el sujeto; a nosotros la opinión, el juicio, los adjetivos y el predicado ¿o creías que vinoso, insondable, agradable, el mayor de los males y demás valoraciones como bueno, verdadero, bello, malo, falso y feo pertenecían al mar, al océano, a la vida, a la muerte, a las creencias y a las convicciones?

    Cuídate