Carta Romana XXV

    

     Aseguran sus acólitos que Marx elaboró el materialismo histórico por inducción, los hombres de poca fe que la ley económica del movimiento de la sociedad moderna”, que pretende revelar, lo hará recorriendo todos los casos particulares o sólo algunos, si sólo algunos -arguye Sexto Empírico- la inducción no será segura….y si todos….es imposible”. Además, advierte Nietzsche, “todo concepto se forma igualando lo noigual”. “El concepto hoja, por ejemplo, se ha formado al prescindir arbitrariamente de las diferencias individuales, como si en la naturaleza, además de las hojas, hubiese algo que fuese lahoja”, una especie de forma primordial”. El conocimiento -concluye- “es falseamiento”, pues al convertir “lo múltiple e incontable en igual, semejante y contable”, falsea la realidad.
    
    ¡Ojalá la gramática fuera como morir y respirar! Así no confundiríamos permanentemente “yo”, “creo”, “en mi opinión” con “nosotros”, “todos”, “son”. Y Platón, Marx, Nietzsche y demás almas inquietas sabrían que Mundo Inteligible, Bien, Socialismo, Comunismo, Superhombre, Eterno Retorno, son sus invenciones no las nuestras. Para mí, por ejemplo, la moral, la filosofía, la religión y la ciencia más que humanizar la realidad, es el arte de camuflarla, porque si conocerse formara parte del instinto de supervivencia, sabríamos que, en lo más profundo del alma, las diferencias entre ricos-pobres, izquierda-derecha, mujeres-hombres, niños-viejos, jóvenes-adultos, sabios-ignorantes, consciente-inconsciente, desaparecen en un magma, homogéneo y uniforme, llamado naturaleza humana. Si “todas las cosas son una”, como proclama Heráclito, todo es lo mismo.

    Tampoco hace falta “mirar hacia fuera y abajo” de la conciencia,  como Nietzsche, para saber “que el ser humano descansa sobre lo despiadado, lo codicioso, lo insaciable y lo asesino”, sino mirar a tu alrededor, abrir un libro de historia o leer un periódico. Si, en lugar de “la producción material”, Marx hubiese analizado el comportamiento de los hombres y mujeres de su época, sabría, como Heródoto, Tucídides, Livio, Tácito y Suetonio, que “la envidia de un solo hombre, un despecho, un placer, unos celos domésticos son el alma y móvil de grandes perturbaciones”. “El ciudadano rumano detenido por matar a su mujer en Almería la apuñaló varias veces y le sacó los ojos”. Quizá no sea “el ser social” sino la manera de ser la que determine la conciencia. Reconozco, sin embargo, que imaginar que cabalgamos, como Dioniso, “a lomos de un tigre” es una metáfora tan certera como el mito de la caverna y la caída de San Pablo camino de Damasco. La verdad es, para la especie humana, tan cegadora como, para mí,  la luz de la bahía.

    No creas que menosprecio el saber, no seré yo quien niegue la utilidad de la ciencia. Pero admirar no significa adorar, ni criticar rechazar. Lo contrario de la razón es la fe, no la burla ni la crítica. Y lo contrario de la verdad es la libertad, no el nihilismo y la indiferencia. Con la ciencia sucede como con las leyes que, si no existieran, añoraríamos a las bestias, no porque la maldad forme parte de la naturaleza, sino porque procedemos por evolución del mismo tronco que todos los animales. Seamos coherentes, después de matar a Dios y de eliminar toda trascendencia, no podemos vivir como si aún existiera; ni sustituir lo Justo en sí, lo Bello en sí y demás Ideas platónica por la Igualdad, la Justicia, la Solidaridad como si fueran valores universales y eternos, no momentos del perpetuo devenir de todas las cosas. “Estoy dispuesto a sostener que, por naturaleza, no hay nada que lo sea esencialmente, sino que es el parecer de la colectividad el que se hace verdadero cuando se formula y todo el tiempo que dura ese parecer”. Aprendamos de Protágoras. Ser coherentes con nuestras imaginaciones, sacar conclusiones de nuestras obviedades, burlarnos de nuestras convicciones y creencias es tan racional como alabar la perfección, endiosar la razón e imaginar sociedades fraternales y justas.  

    Es curioso, sin embargo, que defendamos tal o cual concepción religiosa, filosófica, científica y moral con el propósito, consciente o inconsciente, de eliminar las otras, cuando sería más natural, incluso más racional, dejar que florecieran, no porque la diversidad y la búsqueda sean placenteras, o la verdad “esté a disposición de todos” como supone Séneca, ni para acabar con ellas, como intentaron Torquemada, Hitler, Satlin y Mao, sino porque la verdad, sencilla y llanamente, no existe. Quizá es la Voluntad de poder, no el instinto de conservación la que nutre el fondo oscuro de nuestra naturaleza, o la razón y la voluntad son, como el yo y el ello, diferentes formas de digerir nuestra innata tendencia a dominar, doblegar, aniquilar física y espiritualmente a los otros: “1939. Josep Sierra, militante de la CNT-FAI, con la venta de las joyas, cuadros, cálices, custodias….robados en casas e iglesias, compró, en 1948 un piso en el exclusivo barrio londinense de Chelsea”. “2009. El líder del sindicato anarquista CGT Eladio Villanueva lega a su viuda 16 bienes inmuebles valorados en cinco millones de euros.”. “2013. El secretario general UGT Andalucía falseó sus gastos sindicales para percibir un sobresueldo”…..¡Y que sigamos creyendo que la revolución, la consciencia y la educación pueden cambiar la naturaleza humana!

     “No creo yo -afirma Montaigne- que la ciencia sea madre de todas las virtudes y la ignorancia de todos los vicios”, ni yo que la bobería y el sentimiento de culpa sean características de nuestra época, tampoco que la capacidad de ser engañados sea exclusiva de la suya, ni que estemos pagando haber sido cristianos durante dos mil años, como predica Nietzsche, confundiendo quizá, a la humanidad, consigo mismo y a Jesucristo con su padre, sino una especie de expiación, de autocastigo, de desorientación, de mala consciencia propia de culturas débiles, inseguras, que no enarbolan sus raíces, que no se sienten orgullosas de su pasado ni de su presente. Si crees que voy a describir un futuro apocalíptico, esperanzador o paradisíaco te equivocas, lo que no está en mi mano, apenas me interesa.

    “Las premisas de que parto no son dogmas, son premisas reales, constatables por vía puramente empírica”, declara ufano Marx, como si Briareo y demás titanes no fueran, para Don Quijote, tan reales como, para él, “los individuos humanos vivientes”. ¡Pero eran molinos! Los hechos nadie los puede alterar, las interpretaciones sí. Sustituyamos entonces sus abstractos “individuos que producen en sociedad” por Aquiles, Héctor, Agamenón y Príamo; la «Contribución a la Economía política» por las Vidas de Numa, Pericles, Escipión y Agesilao; «La lucha de clase en Francia» por el ansia de poder y riquezas de Tiberio, Nerón y Calígula. Desengáñate, no hay hechos ni interpretaciones, hay individuos, personas: Sancho ve molinos, Alonso Quijano gigantes; Marx ve división del trabajo, yo autoridad, jerarquía; Marx cazadores, recolectores y agricultores, yo fuerza, dominio del más fuerte; Marx lucha de clases, yo envidia, codicia y celos; dos personas, dos puntos de vista. Si, sentados en la orilla, viéramos a lo lejos un objeto, ¿no asegurarían unos que son rocas, otros islotes, peces, barcos incluso la sombra de las nubes reflejadas en la superficie? No vemos, interpretamos.

    Ensayemos otro camino. “Mahoma, y algunos cristianos -escribe Montaigne- prometen tras la resurrección, una vida terrestre y temporal acompañada de toda clase de placeres y comodidades mundanas”. “Todos estos -asegura- son bromistas que se acomodan a nuestra necedad, atrayéndonos con opiniones y esperanzas convenientes a nuestro mortal apetito”. ¿Y si Marx hubiese hecho lo mismo: ocultar  nuestros instintos, deseos y pulsiones, bajo un manto de palabras elevadas, para que parezca que es la igualdad y la justicia, no el deseo de apropiarse de los bienes ajenos, lo que mueve nuestra conducta?, ¿camuflar el dominio de los más fuertes con el pomposo nombre de vanguardia del proletariado?, ¿etiquetar el odio, la envidia y la venganza como lucha de clase y sustituir la consciencia por la producción para eliminar la responsabilidad personal y el sentimiento de culpa?

    No hay que tener una pituitaria muy fina para comprender que si “vivir, como asegura Marx, implica, ante todo, comer y beber, vivienda y vestimenta”, la codicia, la violencia, la fuerza, el engaño, la desconfianza forman parte de nuestra naturaleza. “Son más numerosos los que echan cuenta que los que odian”, advierte Séneca a Lucilio. Tampoco hay que ser un erudito para saber que es ley de la naturaleza, por tanto, de la historia que los más  fuertes, espiritual y físicamente, dominen a los más débiles, las minorías a las masas y que toda la historia de la humanidad, hasta nuestros días, es la historia de la lucha de unas minorías: plebeyos, burgueses y comunistas contra otras: patricios, nobles y capitalistas. Hay que tener mucha fe, exceso de autoestima o estar cegado por la verdad para creer que una minoría -una clase, según su jerga- acabaría con las desigualdades y privilegios, porque la experiencia personal y colectiva enseña que ningún pueblo, ninguna clase y ninguna persona reparten voluntariamente sus riquezas. “Los hombres están menos dispuestos a desprenderse de lo suyo que a tomar lo ajeno”, reconoce Aristóteles.

     Y, si estás pensando en Jesús, recuerda que era hijo de Dios, no hombre, y Timón, Demócrito y Crates no pudieron evitarlo, porque despreciar la riqueza formaba parte de su carácter, como la franqueza de la manera de ser de Marx, aunque distinguir la fe en la razón, de la fe del carbonero, no siempre resulte fácil. “No coloco bajo una luz rosa las figuras del capitalista y el terrateniente -confiesa Marx-. Porque sólo se trata de personas en la medida en que son personificaciones de categorías económicas….Mi punto de vista….es el que menos puede hacer al individuo responsable de relaciones y situaciones de las que es socialmente criatura por mucho que pueda elevarse sobre ellas subjetivamente”. ¿Personificaciones de categorías económicas? ¡Hábil manera de liberarnos de la responsabilidad personal y el sentimiento de culpa! “Recuerdo -garabatea el anarquista Josep Sierra en su diario- que uno de los detenidos, antes de morir, nos dijo que no sabía por qué le matábamos. Pero le hicimos callar porque nuestro trabajo era matar y el suyo, morir”. Me pregunto si Epicuro y Marx, arquitectos de la verdad, serían almas gemelas; el marxismo, a pesar de sus tecnicismos, una especie de epicureísmo; o el alma del fiel Metrodoro se habría reencarnado en la figura de Marx. Pues liberados de tales fardos, ¿qué nos impide “vivir placenteramente según Epicuro”?

    Cuídate