Prólogo

 

Ángel:

 Soy Lucifer, el ángel más querido por Dios, y el más bello y sabio del firmamento. Me dirijo a Jerusalén, al huerto de Getsemaní. Prometí al Padre que, antes de la medianoche, hablaría con su hijo. Está confuso. Cree que puede cambiar el destino de Judas y Pedro. Pero se equivoca. De una manera u otra sucederá como está escrito. El plan es sencillo: no morirá en la cruz como desea, pero alguien deberá ocupar su lugar. Y no será uno de sus discípulos, ni su madre, sino su compañera la que dejará de contemplar la luz del sol. ¡Y pensar que yo me rebelé para evitar que algo así sucediera! Ojalá hubiera sabido lo que ahora sé, aunque probablemente hubiera sido inútil, porque, ¿de qué sirve la sabiduría si, en la vida, los sabios son tan necios como los ignorantes? Más felices serían aceptando lo inevitable que engañándose con falsas esperanzas. Aunque, en el fondo, da lo mismo porque la necedad y la ignorancia no dependen de la edad, o las circunstancias, sino de la naturaleza. Y la naturaleza es inmutable, como el vaivén de las mareas y la trayectoria de los astros. Los deseos imposibles son tan engañosos y estériles como la esperanza.

 

Coro:

¡Ojalá fueran hijos de la prudencia
y no del exceso!

¡Ojalá el carácter fuera como los mares,
uno y el mismo para todos,
y la diversidad sólo nombres!

¡Ojalá saciaran sus deseos
la luz del amanecer
y las estrellas por las noches!

¿Pero, cómo moderar la presunción
y mitigar la ignorancia,
cuando ni el sentido común
ni la experiencia pueden impedir
que la imaginación vuele tan alto?

 

Ángel:

Imaginar mundos y seres viviendo en paz y armonía es placentero. La imaginación es un poderosa droga. Más sabio sería, sin embargo, reconocer lo evidente: que nadie, por muy sabio y santo que sea, logrará jamás lo que la naturaleza ha negado, porque por muy alto que vuele, tarde o temprano tendrá que pisar tierra y, cuanto más racionales sean los mandamientos, los paraísos y las auroras, mayor será el desengaño. La esperanza es hija de la ignorancia, la aceptación de la sabiduría.

 

Coro:

Si no siguieran las huellas
de necios e ignorantes.

Si no se dejaran arrastrar por vanos deseos
y falsas esperanzas,
sabrían que no hay nada que comprender,
despareciendo dudas e incertidumbres.

¿Pero, cómo moderar
su alocada inteligencia
si, cuando comprenden, se desorientan
y, cuando ignoran, se pierden?

 

Ángel:

 Extraños animales son los humanos, en vez de vivir despreocupados, dejándose llevar por los suaves dictados de la naturaleza, meditan, reflexionan, convirtiendo la existencia en un misterio. ¡Cómo si la vida y la muerte fueran especulaciones, no hechos! Si, en lugar de revolotear ingrávidos por las gélidas altura, se arrastraran por la ardiente tierra, vivirían y morirían como los demás animales. Más feliz es el que ignora que el que sabe.

 

Lobos     Dibujo de Juan Capllonch