Prólogo
Dice Aristófanes en las Ranas que poetas, mártires, revolucionarios y demás educadores de la humanidad deben decir cosas honorables, ocultando lo perverso, para que seguidores, fieles y demás hombres de fe viendo en el escenario, en el lienzo y en el papel, el mundo como debería ser, lo llamen Paraíso, Sociedad Comunista, Mundo Verdadero o Reino de los Cielos, rechacen como pecaminoso, injusto e irracional el mundo que ven, han visto y verán los seres humanos desde que nacen hasta que mueren, lo llamen Valle de Lágrima, Mundo aparente, Capitalismo o Infierno.
Sócrates, por ejemplo, recorría el ágora y los gimnasios de Atenas argumentando que no se debe hacer mal a ningún hombre, cualquiera que sea el daño que se reciba de él, que el que comete injusticia es más desgraciado que el que la sufre y que no existe mal alguno para el hombre bueno ni cuando vive ni después de muerto. Jesús recorría Judea y Galilea enseñando a campesinos, mendigos y prostitutas que hay amar a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, que no se hiciera frente al malvado, al contrario, si alguno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra y que no juzguéis y no seréis juzgados. Y Marx recorría las bibliotecas de Berlín, Paris y Londres proclamando que, en vez de castigar a los individuos por sus delitos, se destruyeran las condiciones sociales que engendran el delito, que el comunismo es un factor necesario en la emancipación y rehabilitación del hombre, y que en la sociedad comunista cada uno da según su capacidad y recibe según sus necesidades.
¿Yo? ¿Qué hago yo? Como Eurípides, retratar a los hombres como son, dejando el mundo como debería ser al arbitrio de cada uno. ¿Para qué? Para disfrutar del mundo como aparece, e imaginar el mundo como debería de ser o, como me gustaría que fuera, para ser más preciso. Y, como el gusto depende del carácter, el mundo imaginado necesariamente coincidirá con la manera de ser de cada uno, o sea con las conductas y actividades que más nos agradan, a Sócrates, por ejemplo, tener amigos, a Juliano coleccionar libros, y a mí contemplar desde el faro el atardecer, el mar y los temporales, e imaginar qué verían los marineros de Tiro y Cartago cuando divisaban a lo lejos el perfil de Cádiz, si verían la misma cúpula, las mismas grúas, los mismos muelles, los mismos jardines, las mismas murallas que veo yo cuando cruzo la bahía, o qué sentirían los espectadores al contemplar desde las gradas del teatro el templo de Melkart, si sentirían el mismo placer que siento yo cuando diviso desde el Campo del Sur el castillo de Santi Petri, y, en las tragedias, visualizar fragmentos y adivinar qué pensamientos pertenecen a los personajes y cuáles al autor, imaginando, por ejemplo, a Políxena no como víctima de la crueldad de los vencedores, sino del pensamiento idiota, y el dolor por la muerte de Polidoro debida no a la codicia, sino a la confusión entre el mundo como es y el mundo como debería ser, en fin, dejar que el argumento a merced de la imaginación y la fantasía.
Y no es porque haya tantas perspectivas como individuos, como afirma Nietzsche, o las ideas dominantes procedan de la clase dominante, como asevera Marx, sino porque la vista, el tacto y los demás sentidos son comunes, la imaginación depende de la manera de ser de cada uno: estéril para la mayoría, exuberante para algunos y desbocada para unos pocos. Se ufana Sócrates de ser comadrona de almas y Marx de vislumbrar la sociedad del futuro. Muy fantasiosos tienen que ser para extraer del alma, sabiduría y, del presente, paraísos, utopías y reinos de los cielos, sabiendo que, de la nada, pueden salir dioses, quimeras y querubines, y, de la razón, la dialéctica, la voluntad de poder y el mundo verdadero.
¿No es extraño que entre los hombres el malvado no sea otra cosa que malo y el bueno siempre sea bueno, y que no corrompa su natural ni siquiera por obra de la desgracia, sino que sea siempre noble?, se pregunta Hécuba. Extraño sería si la manera de ser dependiera de la educación, la clase social o la conciencia, pero si la manera de ser es, como Dios, inmortal, eterna e inmutable, el que es por naturaleza bueno siempre será bueno y el que es por naturaleza malo siempre será malo, como canta Camarón:
El que nace pa ser bueno
aunque no quiera, lo es.
El que nace para ser malo,
quié ser bueno y no pué ser,
y confiesa María Magdalena:
Creen los hombres que la muerte es un tránsito y no el final del camino, y que, si se arrepienten, desaparecerán la envidia, la codicia, la crueldad y demás vicios y pecados. Pero se equivocan, nada ni nadie puede cambiar la naturaleza humana. El que es de natural bondadoso, lo seguirá siendo, y el que nació malvado, nunca dejará de serlo.
Aunque el grado de bondad y maldad dependa del momento. ¿O creen que los seres humanos se comportan igual de día que de noche, haga frío o calor, estén sanos o enfermos, saciados o hambrientos? No hay que haber leído a Tucídides, Tácito y Polibio, ni conocer profundamente la naturaleza humana para saber que, en época de abundancia, reina la apariencia, el disimulo, lo aprendido con la regla de lo bueno, como especula Hécuba, en época de escasez, impera la naturaleza sin tapujos, en estado puro. Los hombres nacen, no se hacen.
Primera perspectiva: El pensamiento lúcido y el pensamiento idiota.
-Definición
Empecemos por la muerte de Políxena. Así como Empédocles imagina la realidad como la sucesión cíclica del Amor y del Odio y Marx la historia de la humanidad como lucha de clases, ¿por qué no imaginar el sacrificio de Políxena como fruto del enfrentamiento entre el pensamiento lúcido y el pensamiento idiota?
Ejemplos de pensamiento idiota serían el espíritu de Aquiles deteniendo las naves surcadoras del ponto: ¿Adónde os vais, dánaos, dejando mi tumba falta de honor?, los discursos de los hijos de Teseo exigiendo coronar la tumba de Aquiles con sangre joven y las palabras del astuto bribón, adulador del pueblo, Ulises, el hijo de Laertes, persuadiendo al ejército a no despreciar al más excelente de todos los dánaos por causa de unas víctimas esclavas; ejemplos de pensamiento lúcido, por el contrario, serían el ruego de Hécuba: Ve al ejército griego y disuádelo. Pues un razonamiento que procede de gente sin fama y el mismo, pero que viene de gente famosa, no tienen igual fuerza, la decisión de Políxena: Llévame Ulises, pues no veo junto a nosotras motivo de esperanza de que yo sea feliz en alguna ocasión. Y tú, madre, exhórtame a morir. Yo sería más feliz muriendo que viviendo y la advertencia de Agamenón: Quiero que al amparo de los dioses y de lo justo, el huésped impío te pague esa pena, siempre que no le dé al ejército la impresión de haber decidido este asesinato a favor de Casandra.
Si te estás preguntando a qué llamo pensamiento lúcido te respondo que al pensamiento crítico, fruto de la reflexión y la razón, y pensamiento idiota al pensamiento fruto de la costumbre, las convicciones y las creencias.
-Relación
Así como la estructura económica es la base material de la surgen la superestructura ideológica, la naturaleza humana es la base material de la surgen el pensamiento lúcido y el pensamiento idiota. No hay, por tanto, sucesión cíclica como imagina Empédocles, ni síntesis de contrarios como suponen Marx y Hegel, sino coexistencia de ambos pensamientos, aunque el peso específico de cada uno sea distinto: el pensamiento idiota es mayoritario y dominante en todas las épocas, el pensamiento lúcido, por el contrario, es minoritario, y sólo temporal y puntualmente puede prosperar, pero no dominar la mente de los hombres.
Segunda perspectiva: El mundo percibido y el mundo imaginado.
-Planteamiento del problema
Lamenta Hécuba que entre los hombres la lengua tenga más fuerza que los hechos. ¿Acaso que prefería que siguiéramos deambulando por la sabana? Porque si las palabras fueran tan rígidas como los hechos nos limitaríamos a comer y beber desapareciendo las creaciones del espíritu: el arte, la religión, la filosofía y la ciencia. ¿O no creó Dios el mundo con palabras, la serpiente convenció a Adán y a Eva de que comieran el fruto prohibido, Nietzsche anunció la venida del Superhombre y Marx la llegada del paraíso comunista?
Quizá debería de haber empezado por ella misma, porque si, en vez de quejarse, hubiese asumido el hecho que lamenta: que las palabras han tenido, tienen y tendrán siempre más fuerza que los hechos, habría sufrido menos. ¿Cómo? Aceptando la realidad como aparece, y dejando las creencias, las convicciones y las opiniones al arbitrio de cada uno. Porque si creemos, como Platón, Marx y Jesús, que el mundo percibido por los sentidos es injusto, aparente y pecaminoso, y el mundo que nos gustaría es el verdadero, estamos abriendo de par en par las puertas al dolor y al sufrimiento, como Polidoro abrió las puertas del Hades para caer en brazos de su madre: He venido tras dejar la subterránea morada de los muertos y las puertas de las sombras, donde habita Hades apartado de los dioses.
Y no pretendo que desaparezca el dolor, ¿cómo podría después de ver a sus hijos muertos?, pero sí mitigarlo. Llama Nietzsche a la razón hembra engañadora, una imagen bíblica, yo la llamaría experta en ardides, una imagen homérica. Veamos si asumiendo la realidad tal como aparece, y considerando las creencias, las convicciones y los juicios como ideales, casi como pecados inconfesables, Hécuba sufriría menos.
-Excurso
Claro que si sufriera menos, la percepción no dependería de la manera de ser, sino de la educación, la clase social o la estructura económica, y entonces la humanidad no estaría siempre en el mismo punto, siendo, por tanto, el principio de Aquiles falso. Falso, verdadero, ¡qué más da!, si cabalgar a lomos de la imaginación es para mí tan placentero como para Einstein viajar en un rayo de luz a trescientos mil kilómetros por segundo, para Nietzsche hurgar dentro la conciencia y para Marx culpar a la sociedad liberando a los seres humanos del sentimiento de culpa y pecado.
¡La verdad! Si tan letal Gorgona fuera una especie de creencia que se ha transmutado en condición vital, como arguye Nietzsche, un problema práctico no teórico, como advierte Marx, una presencia que sentimos pero no vemos, un sentimiento que enardece como el amor y el odio, o su existencia dependiera del carácter, como creo yo, ¿pensaríamos lo mismo? Y, aunque por azar nos topáramos con ella, ¿cómo sabríamos que es la verdad si nadie la ha visto? Claro que creemos en Dios, en la justicia y en un mundo mejor, y nunca los hemos visto. Pero si eres de los que piensan que hemos nacido para buscarla, te equivocas y, menos aún, para encontrarla, que la naturaleza sea común, no significa que a todos nos gusten las mismas cosas. A mí, por ejemplo, me gustan el mar, las opiniones, las perspectivas, los puntos de vista, el atardecer, la noche y los temporales; la mirada fija, ciega, única, sin embargo, me inquieta, me asquea, me provoca arcadas mentales.
Además, que la realidad esté en continuo devenir, como reiteran Heráclito, Marx y Nietzsche, no significa que ser la manera de ser no sea inmutable. Porque no hablo sub quaedam aeternitatis especie, lo llamen Dios, Logos, Voluntad de Poder o Historia, sino desde el punto de vista de los individuos. Morimos como nacemos, aunque no lleguemos a saberlo.
-Análisis de la tragedia
Pero volvamos a la tragedia, dicen que Sófocles presenta a sus personajes tal como deben ser, Eurípides tal como son en realidad. En Hécuba, por ejemplo, muestra la guerra con tanta crudeza como Goya en Los desastres de la guerra y Tucídides en La guerra del Peloponeso, y a los personajes, como los seres humanos, transitando sin solución de continuidad entre la realidad como es y la realidad como debería ser o, les gustaría que fuera, para ser más preciso.
Agamenón, por ejemplo, condena a Poliméstor por no haber actuado como debía: Quizá para vosotros es fácil matar a un huésped, pero, para nosotros los helenos es vergonzoso. Y Hécuba al ver el cadáver de su hijo tendido en la orilla de la playa (la realidad tal como aparece a los sentidos): ¡Ay, de mí! Veo ya muerto a mi hijo, a Polidoro, a quien un tracio lo protegía en su palacio, comprendiendo que Poliméstor no ha cumplido la promesa (la realidad como debería de ser o le gustaría que fuera): ¡Oh el más impío de los hombres! ¡Cómo has partido su cuerpo, cortando con férreo cuchillo los miembros de este niño y no te compadeciste!, en vez de aceptar la muerte de Polidoro, como aceptó la muerte de su hijo Héctor a manos de Aquiles, desgarrada por el dolor pide justicia a Agamenón: Es propio de un hombre noble servir a la justicia y hacer mal sin cesar a los malvados en todas partes.
Si, en vez de juzgar la realidad a través del velo de sus convicciones y creencias, se hubiese limitado a constatar los hechos, es decir, que la codicia, el dinero, la envidia, el poder y el sexo mueven, han movido y moverán la conducta de mujeres y hombres: El oro mató a mi hijo y también su deseo de lucro, no le habría sorprendido que Poliméstor lo asesinara para apropiarse del oro, sufriendo, por tanto, menos porque es evidente que los males imprevistos se consideran más grave. Prueba de ello es que, cuando la esclava le muestra el cuerpo tendido en la arena, creyendo que se trata de su hija Casandra apenas se lamenta. Pero, cuando comprende que se trata del hijo que creía a salvo, exclama: ¡Desgraciada de mí!, ya no existo. No es, por tanto, la muerte de Polidoro lo que provoca su aflicción, sino la impiedad de Poliméstor o sea sus creencias. Si te parece que es piadoso lo que me aflige, yo acaso me resigne. Pero, si lo contrario, sé tú mi vengador contra ese hombre, que sin miedo a los de abajo tierra y a los de arriba, acaba de realizar un acción muy impía, a pesar de haber compartido muchas veces mi mesa.
Y lo mismo sucede con el sacrificio de Políxena. Si Hécuba se atuviera al mundo como es, no le extrañaría que degollaran a su hija para calmar la sed de Aquiles. Es ley de la naturaleza humana que los vencidos estén a merced de los vencedores.
Epílogo
También Cicerón cree que el mal de la aflicción proviene de la creencia, no de la naturaleza. Sufren, asegura, porque creen que en una obligación, que es su deber sufrir ante la presencia de un mal. Pero ¿y si fuera al contrario? Que la aflicción provenga de la naturaleza y la creencia aumente o disminuya el dolor, porque si la muerte no tuviera algo de temible, señala Séneca, no tendríamos que prepararnos, ¿o no escribió él una consolación para mitigar el dolor por la muerte de su hija Tulia?, también podría provenir de ambas, porque al dolor por la pérdida de su hijo se añade que lo ha matado la persona que debía protegerlo, o sea que la aflicción no es un problema de causalidad, sino de libertad. No conviene, por tanto, inclinarse por una sola opción como si fuera verdadera y las demás falsas, sino mostrar todas las opciones para que cada uno elija la que más le convenga. ¿Cuál elijo yo? La de Eurípides: Cuestiona todo, aprende algo, pero no esperes ninguna respuesta. Maravillosa lucidez, ¿no te parece? ¿No? Entonces sigue buscando, no es culpa mía que su manera de ser y la mía sean parecidas y la tuya y la mía tan distintas.
Cuídate