El sol,
corro de niños,
ha abierto sus manos
a pocos metros del precipicio.
El cielo
se refriega los ojos,
cayendo la luz por sus mejillas.
Hombre:
Sigo las corrientes marinas
que cruzan la tierra
en las huellas de tu cuerpo.
Mujer:
Busco los escollos,
los naufragios, los barcos
perdidos que han hallado su ruta
en las palmas de tus manos.
Hombre:
Amanece mi rostro
tras las montañas de tu cuerpo
camino que recorren mis dedos
en todas direcciones.
Mujer:
Las veredas de tu camino
seguiré en silencio
buscando el calor de tu piel,
tu presencia cercana.
Hombre:
Levantaré los cimientos del océano
dejando tus pies enraizados,
tus manos sin alas.
Mujer:
En una sola dirección volaré
estrellándome en tu mediodía,
en tu ocaso, en tu aurora.
Seré tu sombra, tú los objetos.
Puntas de lanzas parirán mis dedos
que atravesarán todos los estratos
las duras piedras, las cuevas
hasta encontrarte, no escaparás.
El desgaste de tu cuerpo
recogeré con mis labios.
Hombre:
Deja libre mis dedos,
rompe los nudos de mis piernas,
quiero volar,
sembrar los continentes,
sus valles, sus prados, sus montañas,
colar el agua dulce
de los ríos y los mares.
Soy tierra de la tierra.
Roto el corro,
corren los niños
abandonando en la fuga
sus vestidos en el horizonte.
el ocaso de la luna
ha anochecido el cielo
es el pecho de una mujer
que cuelga de su pecho
la luna duerme
tapando el cielo con sus sábanas.