El sol, enamorado de Cádiz,
siembra su simiente
entre las olas de la bahía,
creciendo, en su fértil tierra,
invisibles espigas de luz.
Mariscaores, pescadores
–jornaleros del mar–
pisan sus luminosos frutos,
cielo, mar, roca y luz,
en el lagar de sus riberas.
Cádiz, ribera de luz.