Granada

 

En la montaña, junto al sol, las águilas y las peñas,
el camino estrecho que asciende y el valle que se aleja
empequeñeciendo las casas.

La vega diminuta en torno al Genil
que baja de Sierra Nevada,
la brusquedad silenciosa del atardecer
y el frío de las sierras de Granada.

Los cardos, las plantas aromáticas, la hierbabuena, el tomillo,
las perdices revoloteando a ras del suelo
y las piedras que nos guían
amontonadas por los caminos.

Los senderos que se bifurcan, Alhama,
los apriscos, las ovejas, las cabras solitarias,
los refugios de los pastores,
las miradas inquietas y el silencio
como una muchedumbre inmensa.

Los tonos dulces de la luz
parcelando el cielo,
los oscuros colores de oriente
y los últimos destellos morados.

Al fondo, plantada en un hoyo, Loja,
las cuestas que conducen a la Alcazaba,
el ruido de los caños, las aguas que manan
en fuentes de innumerables bocas
y el camino de cebollas que conducen a los Infiernos.

Jaén, en lo más alto de Andalucía,
acurrucado en un nido de montaña,
los viejos palacios de Úbeda y Baeza,
la fuente de Imenece
y la monótona procesión de olivos
cubriendo lomas y montañas.

Los verdes caminos de la huerta,
piedras milenarias que conducen a Granada,
la arquitectura acuática de la Alhambra,
los arcos, las columnas y las fuentes
que bajan de Sierra Nevada,
los jardines del Generalife, los naranjos,
los jazmines, olores de Persia y Arabia.

Alhama en el camino de la sierra,
el Genil, el Darro y la sierra de Granada
flotando en agua de lluvia.

La seguidilla entre paredes encaladas,
aureoladas de claveles y geranios,
alumbrando los ojos de Miguel y Federico.

Y, en la voz de Paco Moyano,
los vientos de la Caleta.