Día 11 por la mañana.
(Los jornaleros de Casas Viejas inician el movimiento revolucionario.)
¡Redoble! ¡Redoble de campanas!
Los jornaleros andaluces
levantan los luceros del alba.
¡Redoble! ¡Redoble de campanas!
Unidos como racimos
en una sola cepa
incitan a la luz de amanecer
escondida entre las sombras
desplegando banderas
al grito de LIBERTAD y JUSTICIA.
¡Ya no hay pobres ni ricos
todos somos iguales!
¡Redoble! ¡Redoble de martillo y hoces!
Los jornaleros de Casas Viejas
anuncian la justicia
en todas las lenguas de la Tierra.
¡Redoble! ¡Redoble de fiesta!
Golpean las puertas,
corriendo por calles y plazas,
entregando a todo el pueblo
alimentos y armas.
Nacen banderas y canciones
por las bocacalles del pueblo.
¡La tierra es del pueblo que trabaja!
¡Viva la revolución agraria!
¡Salud, trabajadores de la Tierra!
¡Salud, pueblos libres del mundo!
Brotan sonrisas, bailes y gritos
con los primeros rayos de la mañana.
¡Redoble! ¡Redoble de música alegre!
Los jornaleros proclaman la justicia
aboliendo la propiedad privada.
¡Redoble! ¡Redoble de tambores!
Cortan los hilos del teléfono,
cavan fosas y empalizadas
y, en nombre del pueblo,
destituyen al alcalde.
Armados de hoces y palos
el ejército del hambre
camina dando gritos:
¡El poder lo tiene el pueblo!
Enjambre de campesinos
avanzando como las mareas
exigen a los guardias civiles
que abandonen las armas.
¡Redoble! ¡Redoble de tacones y metralla!
Ya se oyen los primeros disparos
contra los campesinos revolucionarios.
Corrientes rápidas
nacidas de una lluvia espontánea
rodean el cuartelillo
abriendo puertas y ventanas.
(¡Ay! Cómo gime la luna
al presentir en la piel del viento
la matanza)
¡Redoble! ¡Redoble de tacones y metralla!
No son aún las siete
y ya corre sangre revolucionaria.
Remolinos de murciélagos
abren sus alas llevando
el acero entre sus garras.
La violencia burguesa
enardece la lucha revolucionaria.
(¡Ay! Cómo gimen las estrellas
y claman venganza
al sentir el crujir
de los cuerpos contra las balas)
¡Redoble! ¡Redoble de campanas!
Ya están heridas
las fuerzas reaccionarias.
(Cortados tienen sus cuellos
los cuervos por las trampas)
¡Redoble! ¡Redoble de campanas!
Agujereados los uniformes
con alfileres granas.
(Machacadas sus alas
las plumas pegadas)
¡Redoble! ¡Redoble de campanas!
Los guardias civiles
tejen mortajas blancas.
¡Redoble! ¡Redoble de campanas!
Nubes de victoria
abren el camino.
El poder revolucionario
se apuntala con las armas.
(¡Vuela!¡Vuela!
Cigüeña de grandes alas)
¡Redoble! ¡Redoble de canciones!
Ya son las siete
y la revolución avanza.
Ya han sido destituidas
las fuerzas reaccionarias.
Ya las banderas cuelgan
de los balcones de las casas.
Ya se canta la libertad
y la revolución agraria
(Ya se alzan las gaviotas
buscando el sol en el horizonte.
Ya se elevan las cigüeñas
abandonando los tejados de las casas)
Día 11 por la tarde.
(Las guardia civil entra en Casas Viejas ametrallando a los campesinos indefensos.)
¡Ya vienen! ¡Ya vienen!
La orquesta de sapos y ranas
con membranas de fusiles
tocando acordes fúnebres
con sus gatillos y sus botas.
¡Ya vienen! ¡Ya vienen!
¡Ya están llegando!
El triste coro de muertos
con banderas republicanas
empujando danzas moras
y cabriolas de difuntos.
¡Ya vienen! ¡Ya vienen!
Ocultos a la luna
la procesión de sonámbulos
tras un eclipse de sombras
y casas de vegetales agrios.
¡Ya vienen! ¡Ya vienen!
Con sus dedos de gatillo
y sus miradas en las bayonetas
lagartos de negras botas
abriendo con sus garras
las sábanas de la noche.
¡Ya vienen! ¡Ya vienen!
Ya bajan de Medina
manadas de silencio
ocultando entre rastrojos
la luz negra de la luna.
¡Ya vienen! ¡Ya vienen!
Ya vienen bajando
barrenderos de luto
apartando los mugidos
de torvos montes de toros.
¡Ya vienen! ¡Ya bajan!
La lenta procesión verde.
¡Ya vienen! ¡Ya bajan!
Hileras de cucarachas.
¡Ya vienen! ¡Ya bajan!
La lenta procesión de cigarras.
¡Ya vienen! ¡Ya bajan!
Ya apartan los negros toros
sus ojos y sus astas.
¡Ya vienen! ¡Ya bajan!
Noche de sombras
abren sus abanicos
por calles y plazas.
¡Ya vienen! ¡Ya bajan!
Ya pasa veloz el humo
anunciando la llegada.
El silencio calla
al paso del cortejo.
Las estrellas, los astros,
miríadas de insectos
huyen atormentados
por los fusiles y los tricornios.
¡¡Qué pequeñas son las puertas
y no hay cerrojos ni trancas
ni cristales en las ventanas
que defiendan cincuenta chozas!!
¡¡Qué bajen los terremotos
y abran en seísmo las tierras!!
¿La ciencia de los hombres
no puede agrandar las distancias?
Chisporroteo de puertas
crujidos de cañas
esconden al pueblo
tras una muralla de silencio.
¡Ya vienen! ¡Ya vienen!
Ya bajan de Medina
ya entran los órganos del fuego
ametrallando las puertas de las casas
¡Ya vienen! ¡Ya están entrando!
Ya caen los primeros cuerpos
y se embadurnan de sangre las entrañas.
¡Ya vienen! ¡Ya están entrando!
Ya tienen botín
por el que lucir medallas
las enfermas fuerzas republicanas.
¡Ya vienen! ¡Ya entraron!
La lenta procesión de sombras verdes.
¡Ya vienen! ¡Ya entraron!
Los bravos defensores de la República.
¡Ya vienen! ¡Ya entraron!
Tocando instrumentos de muerte.
¡Ya entraron! ¡Ya entraron!
¡Oh! qué ingrata es la luna
ha extendido sus palmas
ocultando al sol
tan doloroso espectáculo.
¡Oh! qué ingrata la luna y los toros,
una, campanario de ojos,
el otro, sombras de negro esparto.
¡Ya entraron! ¡Ya entraron!
La guardia civil y el ejército
empuñando banderas republicanas
¡Gualda! ¡Amarillo! ¡Y morado!
Escarbando,
las negras sombras
de los toros
escarban arados
de esparto.
Resoplidos embrionarios
miradas inertes
unos movimientos secos
sopesan la vida y la muerte.
¡Negra historia de injusticia!
Ráfagas de metal silencioso
siegan la libertad de las manos
disputando al destino
la jaula del crimen.
No quiero sorprender la caída
con el fragor de los astros lejanos
de los cuerpos sobre el suelo
silenciando revuelos de palomas.
No quiero sentir la tristeza
de todo un pueblo que llora
no quiero oír al viento templar
las cuerdas de los insectos.
¡Qué dolor! ¡Qué pena más grande!
¡Tanto hombre asesinado!
¡Tantos muertos!
No quiero que las lágrimas
caigan sobre mi cuello
endulzando el color
y la sal de mi sangre.
Quiero que mi cuerpo
ondee con las banderas
entre un mar de puños
y vendavales de lenguas.
Quiero que el infinito
reduzca sus dimensiones
y lloren los cielos estrellas
como puños incandescentes.
¡Ay! Gusanos de alambre
con el picotazo de cien abejas
han atravesado mi cuerpo
de un extremo al otro.
Morirán mis pensamientos
con el último respingo de las bayonetas
y mi cuerpo abatido
flotará sin dolor en la nada.
¡Ay! ¡Aléjate silencio!
Quiero sentir mi corazón
nacido entre cañas
amamantado con hambre y penas
dar tumbos en mi pecho.
Sé que se ríe el destino
y el cielo tapa su boca
con un pañuelo de barro y lluvia
por un hombre que debió nacer bestia.
Aquí me tenéis al fin ¡muerto!,
entre pañales de polvo y sudores.
Ya no sentiré el picor de la hierba seca
ni el paso nocturno de la oscuridad y las ratas.
Ya no tensará el sol del verano
la piel de mis miembros,
ni las mañanas contemplarán
a una banda de miseria
sentarse en los bancos de la plaza.
Ya no se pagará el terrateniente
el almuerzo con mi hambre,
sólo queda en mi mente
recuerdos y en mi cuerpo,
¡hambre!, ¡hambre!, ¡hambre!
Sin tierras que trabajar mi abuelo,
sin tierras que trabajar mi padre,
sin tierras que trabajar mis manos,
nada me ofrece la vida
sino morir antes de mi muerte.
¡Ay! Qué rabia, muerte traicionera
¡Ay! Qué impotencia verte, muerte,
tan temprano,
aún no han cantado los gallos
y ya vienes a besarme la boca.
¡Ay! Aleja de mi sepultura
las manadas de negros toros
que quiero sentir las raíces
de los trigos sobre mis cabellos.
¡Tanto campesino muerto!
¡Tantos cuerpos acribillaos!
¡Tanta muerte por la justicia!
¡Ay! Aleja de mi cuerpo
los sudarios y los ataúdes
quiero que sea mi lápida
la blanca luna del cielo.
¡Ay! ¡Cuántos muertos!
¡Cuánta lágrima!
Ya siento la bajamar
lamer suavemente mis tobillos
y la calma de las gaviotas
posarse en rocas de invierno.
Las últimas llamas de la luz
no alcanzan ya mis dedos
sólo la mar y sus vuelos
se acercan a un moribundo.
Han asesinado a un campesino.
Madrugada del día 12.
(La guardia civil rodea la casa Seisdedos. Los intentos asaltarla son inútiles ante la negativa de campesinos a entregar las armas.)
Solo,
tan vacío como el silencio
está el pueblo y el cielo.
Tiritan las farolas
distorsionando las sombras
apagando con sus titubeos
el encalado de las casas.
Ya avanza la comparsa
dibujando por la esquina
entre quebrados de tricornios
el avance de la muerte.
¡Atentos! Ya suenan
los dulces cascabeles del miedo
¡Atentos a las hojas!
Y a los insectos que se asustan
de los uniformes por las cuestas
¡Qué tristeza! ¡Qué espanto!
¡Qué fúnebre drama
pinta figuras tan sombrías
sobre las paredes blancas!
¡Qué hechizo retuerce mi mente
que veo en una acera
las sombras mudas de la muerte
y en la otra relinchos
de botas y medallas!
¡Ay! Rompe el silencio.
Bayonetas de odio
han cercado la casa de Seisdedos.
¡Ay! Ya bajan los fusiles
en una inmensa empalizada de nervios.
¡Ay! Ya empuja el odio los gatillos
en inmensas cataratas.
¡Ay! Colgados ya están
los lagartos de las tapias
borrachos por la luz
y el ruido de la metralla.
Tanto estruendo confunde
al silencio nocturno
piaras de insectos y hojas
crujen huyendo del miedo.
¡¡El universo entero
contiene la respiración
ocultando su pecho
a los turbios pensamientos!!
¡Ay! Rompe el silencio,
que el sol de julio brille
en esta noche de enero.
Una, dos, tres, quince horas
de resplandores de sonidos
ensartan con balas
la casa de Seisdedos.
Una choza,
una pequeña choza
de caña y barro.
(Sangra el silencio
herido por la metralla
envidiando las estrellas
la boca de los fusiles)
Una, dos, tres, quince horas
de cansancio y balas,
un reloj geológico
no basta para acabar
con los revolucionarios.
(Sólo el fuego cuchichea
al oído de los verdugos)
Tres de la madrugada.
Una puerta,
una pequeña puerta
abre sus ramas
esquivando los resplandores
y el guiño de los luceros.
Tres de la madrugada.
Una mujer busca
los labios de la muerte.
¡Qué mal amor nocturno!
Una mujer yace en el suelo
ocultando en su vientre
un manojo de claveles.
Cuatro de la madrugada del día 12
(El capitán Rojas ordena quemar la choza de Seisdedos.)
Una boca nefasta
ha abierto la luna.
Un vendaval de odio
exhalan sus dientes mohosos.
¡Cuánto odio
comprime sus caras!
De su boca salen cuchilladas,
estocadas de muerte.
¡Fuego! ¡Fuego!
La pira de la revolución
en llamas.
El crepitar de la miseria
arde.
Serpientes de fuego
enardecen las empalizadas.
La luna ha vuelto el rostro,
una estrella ha caído
de sus espaldas.
¿Cuántos meteoritos
pueden circular
en una noche de diez metros?
¿Tanto es el odio del terrateniente
que estercola las tierras andaluzas
con cenizas de muertos?
Las estrellas miran con asombro
cómo el firmamento
se les cae de sus manos
prendiendo los campos andaluces
con luceros de fuego.
Los disparos rompen
los cristales del silencio
cien cuchillos de espejos
hieren el aíre
azuzando la muerte
con todos sus velos.
Ya arden los cuerpos
cobijados en una triste chabola.
¡Qué grandioso monumento!
Una sepultura de paja
cubre sus cuerpos.
Seis de la madrugada del día doce.
(El capitán Rojas siguiendo las órdenes del gobierno inicia la represión contra el pueblo.)
“Canto de las mujeres campesinas”
Juncos de venas y articulaciones
anudan el cuello y el rostro
de las mujeres campesinas.
Las flores de los cipreses
y el color de la luna de medianoche
renacen entre sus labios y sus ojos.
Las manos, zarpazos heridos.
Los brazos, cien culebras prisioneras.
El cuerpo, un puñado de tierra.
Se esconden las raíces del dolor
en su frente y sus cabellos
ahogando su piel temprana
primavera de lágrimas.
¡Ay! Reptiles de puta hiel
¡Uniformes de escarcha nocturna!
Entre rejas de fusiles
cuelgan nuestros hijos.
¡Raza maldita! ¡Maldita por la historia!
Seis litros de sangre
tenéis como sustento
¡Maldita! ¡Raza maldita!
Un cementerio de lunas
esconde vuestro destino.
¡Mujeres valientes! ¡Mujeres campesinas!
¿Qué apagón de sombras
puede acallar vuestras voces?
¡Mujeres valientes! ¡Mujeres campesinas!
Morded el puñal del odio
dentro de vuestras lenguas.
No reclaméis el incienso
ni pidáis luz a la noche
volcad vuestras voces sobre el tiempo
exigiendo la sangre de los verdugos.
¡Ay! Qué pronto enmudeció la noche
y madrugó de gris la mañana
ocultando la luz del día
la geometría de las casas.
Astillaron todas las puertas
no dejaron ninguna casa limpia
todo el pueblo arrasaron
con furia y desorden.
¡¡Hombres fuera!!
(Flores de hierro brotaron
negras como las penas)
Sacaron a nuestros maríos,
a los hijos que ya eran hombres
de las sábanas aún calientes
que todavía no clareaba el alba.
-¡No! Mi hijo es bueno
nada malo ha hecho.
Todo el pueblo lo conoce.
¡Es aún un niño!
¡Ay! Qué inconsciencia en el rostro,
qué limpia la cara
llama al pueblo como testigo
delante de sus verdugos.
Ya se apagó la luna
y el brillo de sus estrellas,
ya las olas del mar no calman
la sed de sus ojos y su boca.
-No, mujer, nada va a pasarle.
Sólo queremos interrogarlo.
¡¡¡Hombres fuera!!!
(Flores de hierro brotaron
negras como la pena)
Se llevaron a mis dos hijos
y me los devolvieron asesinaos
tenían cruzaitas las piernas
y agujereao el pecho.
¡Ay! Qué crimen más grande
los dos hijos de mi alma
me los han matao juntos
y eran lo único que tenía.
-No, mujer, no pasa nada.
Sólo queremos interrogarlo.
¡¡¡Hombres fuera!!!
(Flores de hierro brotaron
negras como las penas)
Mis hijos pequeños
abrazaron a su padre
el se despidió de ellos:
“Esperadme, ahora vengo”.
Corrí por la cuesta
hasta la casa de Seisdedos
no había un palmo de tierra seca
adonde la sangre no llegase.
Mi marío y mi hija
¡ay!, qué dolor no quise verlos,
que el sentío se me perdió
estaban acribillaitos de balas.
-No, mujer, no pasa nada.
Sólo queremos interrogarlo.
¡¡¡Hombres fuera!!!
(Flores de hierro brotaron
negras como las penas)
¡Mi hijo! ¡Mi hijo!
Se lo han llevado al mataero
cubierto de cizaña
y una mortaja de cucaracha.
¡Nos los han matao!
¡Ay! Qué crimen tan grande
los perros llevan sus carnes
a jirones entre los dientes.
¡¡Hombres fuera!!
¡Ay! Qué crimen tan grande.
Brotando están las flores
negras como las penas.
¡Mujeres del campo!
¡Mujeres de Andalucía!
Rojos montes y soles
despuntan por la sierra.
Corramos por todos los pueblos,
agitemos los olivos y los cuernos,
encajes de sangre campesina
bordan manos reaccionarias.
Detengamos el crimen,
convirtamos nuestras voces
en duro metal homicida,
simientes de siglos
agitan las entrañas de Andalucía.
Sembraron espinos
y montes de metralla,
llamas de cien metros
cubrieron la choza de Seisdedos.
Una selva de llamas,
un dragón de dinamita
levantaron sobre las espaldas
del pueblo de Casas Viejas.
Una orgía de sangre
siguió a los ritos de la matanza.
¡Golpes!
¡Gritos!
¡Sangre!
¡¡Todo el universo del odio!!
Amontonaron las espigas
arrancadas a golpes de la tierra
amarrando con sogas de esparto
sus suaves granos.
Hileras de dientes apretados
machacaron sus cuerpos
tendidos están sobre el suelo
despojos de cañas secas
no desataron sus muñecas
ni protegieron sus cuerpos
tenues sudores de sangre
cuelgan como rocío de sus bocas.
¡Qué silencio tan profundo
conjuga la muerte y la noche
el fuego crepita susurros
componiendo melodías solitarias!
Confusa noche de muerte
acompaña el descanso de los vivos
un soplo de nuestras vidas
nos piden los cráneos agujereados.
Jadean los verdugos satisfechos,
enfundando sus amargas pistolas,
buscando con ojos sanguinolentos
a través de la oscuridad que les rodea.
Volverán una y otra vez
como las malas nubes y los vientos
plagas de grises colores
acompañarán su llegada.
Y la luna que se asoma
entre las azoteas de la noche
despide con su silencio
las tropas que bajan.
¡¡Viva la República!!
Siete de la mañana de día doce.
(Los campesinos detenidos suben por la cuesta hacia la casa de Seisdedos)
Lacraron las puertas
manadas de tiburones agrios
amenazando los puños revolucionarios
con espesas corrientes.
¡Ay! Ya oigo mecerse el silencio
tensar los dedos los pellejos
afilar los tacones las melodías
y las calles enfriar sus piedras.
¡No quiero recibir este lamento!
Un coro indigno de cuervos
anclado en lo más sucio de la noche
quiere abrir las entrañas
en un tormento de sonidos.
Torturaron al mar por su base
cortando las olas que avanzaban
en ramas de tréboles y trigos
doce manos atadas con sogas de esparto.
¡Ay! Cómo golpean las olas
los tambores de las rocas
tristes revoloteos de gaviotas
presagian los vientos de levante.
¡Ay! Cómo odia la luna
la música excitante de la noche
guadañas de estrellas
afilan sus hojas mudas.
Ya están dadas las órdenes
y marcados los verdugos con incienso,
ya tañen los tacones las piedras
en un compás de acordes fúnebres.
¡Ay! Cuánto redoble de tambores
llamando a la muerte,
todo el universo no es bastante
para matar a doce hombres.
¡Ay! Aún suenan los tambores
y el fusil agita el cuello con su canto.
¡Ay! Cuántos tambores
sentenciando a la muerte.
Marcan el paso los guardias
con hondos sonidos de silencio,
una noche fría arrastra por la cuesta
a doce campesinos prisioneros.
¡Ay! Aparta de mí ese sonido,
que rehuyan de mi vista los instrumentos,
parejas de difuntos
se acurrucan en sus hoyos.
¡Ay! No puede el silencio pactar con la noche,
un cortejo absurdo
construye un pentagrama
con resuellos de impotencia.
Llevan ensangrentadas las manos,
hundidos los ojos por el miedo,
sólo los reflejos de los fusiles
iluminan a los reos.
¡Ay! La luz del infierno
invade los límites de la noche
melodías de trombones fúnebres
tararean los verdugos.
Se van alejando a empujones
por las calles del pueblo
con sus corazones atormentados
por el eco de los lamentos.
¡Ay! Qué extraña impotencia
despide el silencio de la muerte
parece que los minerales
se aferraran al suelo.
¡Ay! Qué extraño sonido
separa la vida y la muerte
parece que los astros
contuvieran el aliento.
Un fondo negro
pintado de silencio y lágrimas
adorna una fogata
en lo más alto de la calle.
Aquí termina la vida
y se cierra la historia del mundo
van a fusilar a doce campesinos
y la noche no agrieta sus cimientos.
Día 12 por la mañana temprano.
(Doce campesinos son asesinados delante de la casa de Seisdedos)
Yo excito e invoco
la memoria de los hombres
escruto los hígados de la historia
e insinúo pensamientos inquietos.
Levanto la calma de los ojos
y afilo los pensamientos más vivos
esperando que los dedos
arremetan contra las rodillas.
¿Quién va a detener la matanza
en las tierras de Andalucía?
Yo exijo de los muertos
un tributo de sonrisas
y hago que la luz hiriente
se detenga en la penumbra.
¿Quién va a detener la matanza?
Entre tambores fúnebres
y corazones que jadean
las tierras de Andalucía
amamantan raíces temblorosas
pariendo olivos de carne
y toros con fusiles en las astas.
¿Quién va a detener la matanza?
¿Quién cerrará tantos nichos
y taponará la luz de los astros
en noches inmutables?
Ya no hay remedio
he escrutado los hígados
esparciendo un atardecer
de cuervos negros en el horizonte.
Miles de muertos claman
con la sed del cautivo
por la sangre de sus verdugos
amenazando con levantar
a Andalucía sobre sus hombros
¿Quién va a detener la matanza?
¿Quién condenará la vida al silencio?
¿Quién pintará con sangre
el color de la injusticia?
¡Qué tristes lamentos!
¡Qué tambores lejanos!
¡Cuánta vela fúnebre!
¡Qué espantoso crimen
ver a tantos hombres
con sus cuerpos remendados!
Miles de cadáveres claman:
ANDALUCÍA ES UN CEMENTERIO.
¡Qué paren las campanas!
¡Qué detengan sus vuelos
los astros emigrantes
sus olas y sus cigüeñas!
Arrastraron las quillas
desde el centro de la plaza
anclando las barcas
al borde de la hoguera.
¡Qué olor a muere!
Encendidas están las caras
en un contraluz nocturno.
¡Qué olor a muerte!
¡Han asesinado a Seisdedos
sembrando de claveles
el vientre de Manuela!
La luz de la fogata
ilumina caras y uniformes
en una extraña danza
de caretas y espantapájaros.
-¡Hincaos de rodillas
habéis asesinado a tres guardias!
-Pero aún quedáis
vosotros vivos.
¡¡Disparen!! ¡¡Fuego!!
Una bocanada de hierro
de mineral caliente y homicida
contesta a los gritos de libertad
de los campesinos detenidos.
Uno, dos, infinitos números
han grabado los pechos
caídos sobres su propia sangre.
!!Han asesinado a doce campesinos!!
¡¡Doce cuerpos!!
¡¡Doce vidas
retorcidas por el odio!!
Las negras cucarachas
roen el suelo
arrastrando por el suelo
sus lentos colmillos.
Levantaron sus bayonetas
con la pasión del terremoto
mordidos están los anzuelos
sangrando sus ágiles aletas
¿Qué tiros asesinos
pueden clavar más hondo
sus garfios?
Sacaron las presas
separando a hachazos las olas
ya están los cuerpos ágiles
retorciéndose al calor de la muerte
Ya sangran sus ojos
ya no son plateados sus lomos
ya culebrean sus cuerpos
dando boqueadas contra el suelo.
¡¡Doce cuerpos han combatido
contra el polvo!!
¡¡Doce miradas hambrientas!!
¡¡Doce deseos de desplomar el aliento
sobre las manos asesinas
que riegan el suelo de Andalucía
con ríos de sangre caliente
extraídas con las bayonetas
de los cuerpos revolucionarios!!
Quiero que la luna
sea blanco testigo
y adorne el firmamento
con doce nuevas estrella.
Quiero que el pueblo
descorra el futuro
mostrando a los cielos
las tierras libres de sangre.
Que el frío mineral
detenga el brazo alzado
y abra las manos enlatadas
haciendo caer el puñal
en un enjambre
de gotas de rocío.
Un puñal, dos puñales,
una ola cristalizada por la luna
no bastan para mantener atados
los brazos del campesino
¡Ay! Las siete plagas
y las luces de la noche encendidas
culebras de fuego
llueven del cielo.
¡¡No quiero ver
el fuego del espacio
atravesar los cielos
clavando sus puntas
en las tierras de Andalucía!!
¡¡No quiero ver en esta noche de enero
cien bichas ardiendo
retorcer sus vértebras
sobre los cuerpos sanos
de los campesinos andaluces!!
Han hundido un cuchillo
de metal y odio
en las entrañas de Andalucía.
¡Ay! Los potros de la inocencia.
¡¡La miseria más grande de los siglos!!
Han hundido los pechos ansiosos
atando los brazos libertarios.
¡Ay! Qué dolor en el pensamiento
un verdugo de sangre y cuerda.